domingo, 13 de diciembre de 2009

Masacre de las bananeras y la necesidad de organización y lucha popular

Esa gente, nuestra gente, que cayó martirizada, somos los mismos de hoy, ayer sacrificados. Somos nosotros, proletarios, campesinos, parias. Esa gente, entre fulgor de rabia y odio implacable de multitud ahora recordada. 1928 ¡gente de la zona bananera!, ¡gente por el imperialismo yanqui asesinada!
Fragmento del poema: La Masacre, de Álvaro Sanclemente.

Hace 81 años, entre los meses de noviembre y diciembre de 1928 aconteció una gran huelga del naciente proletariado agrícola colombiano contra la trasnacional imperialista United Fruit Company, en Cienaga y otros municipios de la zona bananera del departamento del Magdalena.

Un cuarto de siglo después del robo de Panamá por parte del imperialismo yanqui, Colombia tenía algo más de 7 millones de habitantes. Predominaban por todo el país las haciendas de tipo feudal y relaciones de servidumbre de los terratenientes sobre los campesinos. La economía giraba principalmente en torno al café, tabaco, caucho, oro, carbón, sal, esmeraldas y platino. En las zonas caucheras del Amazonas colombiano los terratenientes y el imperialismo ingles explotaban a los trabajadores de manera esclavista.

Además de la United Fruit Company, existían otros enclaves de saqueo imperialistas como la petrolera Tropical Oil Company, en Barrancabermeja, y la minera Frontino Gold Mines, en el pacifico colombiano.

El imperialismo yanqui y el Estado reaccionario mantenían una continua situación de zozobra en la zona bananera por su explotación y opresión. Los obreros trabajaban sin vinculación directa con la trasnacional, por un salario inferior al mínimo, sin atención médica, generando entre las masas una situación económica muy precaria y unas condiciones de vida miserables. A los presos se les obligaba a trabajar hasta los días festivos sin darles comida en días. Además de los asfixiantes impuestos del Estado, el ejercito cobraba otros “impuestos” (vacunas) al pueblo como: un impuesto llamado pisadura, impuesto a la profesión u oficio, entre otros y cobraba por salvoconductos (estilo certificado del DAS). El ejército continuamente robaba las casas, saqueaba las tiendas, robaba a los obreros y campesinos en las calles, los golpeaban y luego los encarcelaban, incendiaban sus ranchos, violaban a las mujeres y las niñas. A la par que hacían todo esto, la United Fruit Company y el ejército festejaban en grandes fiestas y bacanales, llenos de licor y prostitutas. Cuando los militares eran acusados por delitos contra la población, la United Fruit Company pagaba las reparaciones y multas de los oficiales.

Los continuos atropellos e injusticias hacia las masas llevaron a que se agudizaran las contradicciones entre el imperialismo y el Estado terrateniente-feudal por un lado y el proletariado agrícola con los campesinos por el otro. Los obreros se organizaron en sindicatos y comenzaron a exigir condiciones dignas de trabajo, pidiendo descanso dominical, mejor atención médica y mejor salario (algo muy similar a las peticiones que hoy en día hacen los corteros de caña en el Valle del Cauca); por esta razón más de 30 mil obreros de la United Fruit Company entraron en huelga. Los obreros tenían la simpatía de la población, de los indígenas de la Sierra Nevada, de los comerciantes, de algunos ganaderos, y también de muchos trabajadores norteamericanos que se solidarizaron con ellos.

El gobierno de Miguel Abadía Méndez -terrateniente y servil lacayo del imperialismo- declaró a los huelguistas como cuadrilla de malhechores (el equivalente hoy en día de terroristas) y ordenó el 6 de diciembre dispararle a los manifestantes reunidos en la plaza principal de Cienaga (Magdalena).

El reaccionario General Cortés Vargas dio la orden directa de disparar a los obreros, argumentando posteriormente, que lo había hecho entre otros motivos, porque tenía información sobre algunos buques yanquis que estaban cerca a las costas colombianas, prestos a desembarcar las tropas imperialistas para defender sus intereses. Argumentaba que de no haber dado la orden Estados Unidos habría invadido tierras colombianas. Pero el principal temor de los imperialistas y el gobierno reaccionario era que las ideas comunistas se esparcieran entre las masas de obreros y campesinos, que sumado a la rica experiencia de lucha y combatividad del pueblo colombiano heredada de las guerras civiles del siglo XIX, conformaban una peligrosa mezcla explosiva que podría encender una leña seca lista para arder.

En esta matanza perecieron más de un millar de obreros ametrallados por el ejército reaccionario, y el estado colombiano demostraba con sangre una vez más los intereses que defendía y su incondicional servilismo ante los imperialistas yanquis.

No fue la primera masacre pero si fue la primera que no quedó en el olvido. Este cruel acto contra el movimiento obrero colombiano marcó para siempre la historia de violencia reaccionaria en el país, que continúa hasta la actualidad. Tras aquella matanza la represión contra las huelgas se acrecentó en Colombia, y se volvieron cotidianos los asesinatos masivos de líderes sindicales y la cárcel por “delitos políticos” para otros tantos.

La huelga y masacre de las bananeras al igual que la mayoría de los problemas del pueblo colombiano se derivan de un origen común: el problema nacional y el problema democrático.

Dos aspectos que son interdependientes y están profundamente relacionados. Colombia es una nación oprimida por el imperialismo principalmente yanqui, es decir es una nación semicolonial. Por otro lado no se ha resuelto el problema de la democracia para el pueblo es decIr, “tierra para el que la trabaja”, entregar la tierra a los campesinos, además de las libertades políticas para el pueblo. En otras palabras Colombia es una nación semifeudal. En nuestro país el imperialismo saquea los recursos naturales, practica el intercambio desigual de mercancías, oprime y explota con sus relaciones de producción principalmente a través de la compra de mano de obra barata que ofrece el país, aliándose con las clases reaccionarias: la gran burguesía y los grandes terratenientes, que actúan en conjunto como unas sanguijuelas chupando hasta la última gota de sudor y sangre del pueblo. Estos dos problemas no han sido solucionados y siguen causando inmenso dolor y sufrimiento al pueblo.

Como parte de que todo siga igual, de que el pueblo no conozca su propia historia de lucha y resistencia y defienda sus intereses, el imperialismo y sus lacayos siempre buscan borrar la historia y la memoria colectiva del pueblo, dejando en el olvido y negándose a transmitir las experiencias del pueblo. Para eso hacen uso de los medios de comunicación que están a su servicio como Caracol y RCN, otro método es cambiar los nombres para hacer parecer lo viejo y podrido como algo nuevo y mejor. Poco tiempo después de la masacre, la United Fruit Company “cambio” su nombre en Colombia por Compañía Frutera de Sevilla, y mas tarde a Chiquita Brands.

La trasnacional Chiquita Brands, el imperialismo y el Estado, por medio de sus fuerzas armadas reaccionarias, ejército, policía y paramilitares, ha seguido saqueando el país y masacrando al pueblo, financiando y dirigiendo grupos de paramilitares en la zona bananera de Urabá y Magdalena. Esta transnacional yanqui tiene una macabra historia de invasión, muerte y destrucción en buena parte de América Latina y el Caribe, basta con sólo recordar el financiamiento y dirección a los contras (paramilitares) en Nicaragua.

A Nosotros los jóvenes, ya seamos obreros, campesinos, estudiantes, nos han heredado un mundo patas arriba, donde la masacre, el genocidio, el desplazamiento forzado, la explotación, la opresión del pueblo, el saqueo y destrucción del planeta por parte de capitalistas y terratenientes es algo no sólo cotidiano, también es algo visto como “normal”. De nosotros depende que siga así y mucho peor, o por el contrario luchar por heredarle a las nuevas generaciones un mundo nuevo y mucho mejor.

Los jóvenes del pueblo debemos aprender del pasado, estudiar la historia, conocer la rica experiencia de combatividad y resistencia del pueblo colombiano, como también de las justas luchas de los pueblos del mundo y ligarnos a ellas. Debemos entender que es sólo con la organización y lucha conciente y sistemática que podemos derribar el sistema capitalista y transformar el mundo, es sólo uniéndonos a los obreros y campesinos, para luchar juntos como un sólo cuerpo que podremos barrer este sistema de opresión y explotación, de hambre y miseria que generan y mantienen los amos, capataces y verdugos del pueblo (imperialistas, grandes burgueses, grandes terratenientes y sus lacayos).

Las recientes y justas luchas de los corteros de caña de azúcar y la minga indígena, nos trajeron un aire fresco de lucha popular, pero esto es sólo el comienzo. Grandes luchas están por venir, es por eso que no debemos esperar pasivos a que pasen las cosas, a que “otros” luchen en contra del sistema. Nosotros los jóvenes del pueblo no somos el problema, sino que debemos ser parte importante de la solución, debemos luchar con sacrificio, perseverancia, con una profunda convicción de servir al pueblo, de apoyar todas las justas luchas de los pueblos del mundo y con la necesidad de aprender de la rica experiencia de la justa lucha del pueblo colombiano, para trascender de la resistencia y hacer la revolución.

¡De norte a sur, de oriente a occidente, unir las luchas del pueblo!
¡Contra la brutalidad policial, organizarse y resistir!
¡Si globalizan la miseria, globalizamos la resistencia!
¡Se justifica la rebelión, se necesita la revolución!

Jóvenes Antiimperialistas
Diciembre de 2009

Resistencia popular y antiimperialista

martes, 17 de noviembre de 2009

Resistencia Estudiantil

LAS ILUSIONES DEL COGOBIERNO: `REPRESENTONTOS´ Y POLITIQUEROS

Uno de los errores más grandes del movimiento estudiantil – y en general de los movimientos sociales – ha sido confiar en el cogobierno y en la participación dentro de las instancias “legales” o “de poder” que el sistema ofrece. En realidad es un dulce veneno para entrampar a la gente. Por ejemplo, el movimiento indígena se institucionalizó a partir de la Constitución de 1991 y renunció a la lucha por la tierra, sentándose a “dialogar” o centrándose en elegir candidatos propios a las corporaciones públicas. El balance es que sí bien lograron importante presencia burocrática, la mayoría de sus líderes han abandonado a sus comunidades, legislando a favor del Sistema y en contravía de sus propios intereses. Y es que los cambios no se logran votando ni participando de la vieja maquinaria estatal. El mejor ejemplo son las casi dos décadas transcurridas con elección popular de alcaldes y gobernadores, que supuestamente reforzaría la “democracia local”, pero que en realidad no ha logrado arrebatar un átomo de poder a las clases tradicionales dominantes.


En las últimas décadas, el sector moderado y reformista del movimiento estudiantil, ha querido reducir la lucha estudiantil a obtener un cupo en el Consejo Superior Universitario (CSU). El CSU representa al sistema reaccionario y podrido, en él tienen presencia voceros de la clase capitalista local, de los terratenientes y del imperialismo, de las tres grandes montañas que oprimen a nuestro pueblo y por lo tanto refleja y reproduce la vieja ideología, la vieja política y la vieja cultura de esta sociedad. El CSU es un instrumento de las clases reaccionarias para impulsar la reestructuración de la universidad al servicio del capital, para canalizar la energía y creatividad de los estudiantes, captar del pueblo ese potencial y ponerlo al servicio del sistema. Pero por otro lado, es un instrumento de represión; fue precisamente el CSU el que aprobó la expulsión injusta de 5 estudiantes de nuestro movimiento el semestre pasado, con el `representonto´ Iván Madrid incluido.

En la larga y podrida historia de los representantes estudiantiles, el CSU ha aceptado desde abiertos traidores al movimiento (como el mismo Madrid) hasta a reformistas que se las dan de “izquierdosos” y “revolucionarios” (como Paula Ramírez). Eso no importa. A las directivas les interesa llenar como sea esa vacante, pues sentar un estudiante en esa silla, es lograr que el movimiento estudiantil legitime las decisiones que ellos toman, no importa que la inmensa mayoría del estudiantado desconozca a “su” representante. Dichos representantes no han sido voceros del estudiantado dentro del gobierno de la universidad, sino un instrumento del gobierno de la universidad dentro del estudiantado. Todos los representantes estudiantiles que han ocupado ese cargo terminan defendiendo al sistema, comprados, y atados a la cadena de mando reaccionaria del Sistema. No hay excepción.

Votar por un estudiante para ser miembro del CSU no cambia nada, ni es una manera de desafiar al gobierno de la U., es refrendar al sistema, es bendecir al monstruo, y es canalizar y controlar la actividad política de los estudiantes a lo que pueda hacer “su” representante. Es hacerles creer a las masas estudiantiles que a través de “su” delegado participa del gobierno de la U. y eso es un completo engaño. En última instancia quienes deciden el rumbo de la U. son las clases reaccionarias, y la práctica lo ha demostrado, que cuando al ESMAD o al Ejército les da la gana, entran a la universidad como Pedro por su casa para reprimir a los estudiantes y hacer destrozos en la universidad… con el visto bueno del CSU.

En aquellas universidades donde el movimiento le ha apostado a la táctica del representante estudiantil, se ha dejado de lado la movilización y la lucha directa, la unidad con el pueblo, con los trabajadores, con los campesinos e indígenas, los sueños y proyectos de una sociedad y un país distinto. El movimiento estudiantil recogió muchos votos, formó una nueva generación de politiqueros, pero perdió el camino.


No nos digamos mentiras. Si de verdad fuera cierto que las elecciones son un mecanismo para alcanzar cambios... ¡ya las habrían prohibido! Por eso participar en las elecciones es formar parte del engaño, aceptar el orden establecido, legitimarlo y apoyarlo. Es darle permiso a las directivas para que nos sigan aplicando su programa reaccionario en nombre de la “democracia”. Casi cuatro décadas de participación estudiantil no han logrado frenar al neoliberalismo y la apertura educativa al mercado capitalista. Desde mediados de los noventa la política del Estado ha sido forzar a las universidades a un régimen Universidad-Empresa, con indicadores de gestión y penetración del sector privado. La educación pasó a ser un “servicio público” más, al igual que la salud o los servicios básicos domiciliarios, perdiéndose como derechos humanos fundamentales, siendo mercancías que se compran o se venden como cualquier otra en las vitrinas del capitalismo. Cada vez más lejos del alcance del pueblo.


¿Por qué si los estudiantes participaban de la dirección de la universidad, ésta ha tomado un rumbo tan terrible? ¿Por qué si podíamos “decidir”, el futuro es tan triste para la universidad pública? La respuesta es simple: porque en el fondo quienes han gobernado la universidad no han sido los estudiantes. Las decisiones las tomaron otros, y los `representontos´ las legitimaron con su voto a favor o en contra. ¿Cómo se puede luchar contra un sistema económico y político si se participa de su ideología, formas de gobierno, estamentos y prácticas burocráticas? ¿Cómo se puede estar al mismo tiempo con los oprimidos y con los opresores? Si el movimiento estudiantil quiere ser rebelde, transformador y crítico debe cuestionar y repudiar a fondo la representación estudiantil.


En verdad, la representación y el cogobierno han servido para formar una nueva generación de políticos reaccionarios, reclutados entre los luchadores del pueblo. Los casos del rector Luis E. Arango (antes líder profesoral del MOIR), de Paula Andrea Ramírez (representante estudiantil de la FUN y que vendió el paro del 2003) o del conocido Iván Madrid (vinculado a Cambio Radical, electo cuando era líder de la OCE), son ejemplos cercanos y visibles. Pero la lista es larga y se haría interminable a nivel nacional. La representación es una escuela de democracia burguesa y no de democracia popular. Por eso el sistema empieza desde bien temprano con los personeros estudiantiles, sigue con el cogobierno universitario y después en las elecciones a cargos de elección popular.


La lección es clara: el camino de defender la educación del pueblo participando del cogobierno, con decretos y resoluciones, evadiendo la pelea con el Estado o aplazándola, es un completo fracaso. Solo nos queda el camino de la organización, la concientización y la lucha como formas supremas para alcanzar nuestros objetivos. Queda claro que por lucha de masas no entendemos ir a depositar un voto en una urna. ¿Acaso nuestro máximo derecho se reduce a hacer fila para votar por uno u otro politiquero hipócrita? ¿Quién quiere ese ‘derecho’? ¿Para qué sirve? Queremos es el derecho a cuestionar al Sistema, a criticar su mandamiento supremo... “adorarás las ganancias por encima de todas las cosas”, a repudiar la entrega de la soberanía nacional, la discriminación racial o sexual, la educación anticientífica que se nos imparte, etc.


Para desarrollar correctamente la lucha debemos situarnos en nuestro propio terreno y construir nuestras propias organizaciones, independientes del Estado y los reaccionarios. Forjar un movimiento estudiantil revolucionario, que se organice desde la base, que sea una verdadera fuerza organizada, que agrupe a la mayoría del estudiantado rebelde e inconforme. Que repudie la opresión y explotación que sufren los trabajadores y pueblos oprimidos del planeta. A los estudiantes se nos presenta un dilema: O estar de acuerdo con el sistema y esto significa acatar su llamado, o estar en contra del sistema y esto significa ponerse del lado de los oprimidos. No hay término medio. Cada estudiante debe meditar que política apoyará.


JOVENES ANTIIMPERIALISTAS

Pereira, Noviembre de 2009

Universidad, centro de lucha los estudiantes rebeldes

¡HACER DE LA UNIVERSIDAD UN CENTRO DE REBELDÍA,
DE LUCHA Y TRANSFORMACIÓN!

¿Quién iba a sacar la cara por el pueblo colombiano en este año de escándalos, represión y abusos del Esta-do? ¿Quién iba a ponerle el pecho al ESMAD y a denunciar lo que pasaba con las bases norteamericanas? ¿Quién iba a pararse en la raya para defender el derecho del pueblo a educarse? Nos cayó la responsabilidad a los estudiantes, un sector social muy diverso y así mismo explosivo, que ha mantenido en la última década una resistencia permanente contra el régimen.

Igual que en los años 20 con la denuncia de la masacre de las bananeras, igual que en los 50s con la dictadura de Rojas Pinilla, igual que en los 70s al lado de la lucha obrera y campesina, los estudiantes volvemos a estar en el ojo del huracán. Ya lo hemos dicho antes: junto a los indígenas, los estudiantes fuimos los primeros en levantar la resistencia contra el régimen del fascista Uribe Vélez, y para nuestra honra, hasta hoy nos hemos mantenido y radicalizado.

Pero nos hemos mantenido con no pocas dificultades: en muchos años la situación de las universidades no había sido tan grave en materia presupuestal – a las puertas del desastre – y lo que es más complicado aún, en muchos años la represión contra el pueblo y en concreto contra los estudiantes había llegado a ser tan brutal y despiadada. Los analistas y estudiosos, así como los dirigentes estudiantiles coinciden en afirmar que se trata de una política de estado, que “combina las formas de lucha” (legal e ilegal) para erradicar el movimiento estudiantil: por un lado persecución de líderes, procesos disciplinarios, expulsiones, señalamientos en la prensa y los noticieros; por el otro, asesinatos, desapariciones, amenazas y desplazamientos. Por un lado militarización de las universidades y represión del ESMAD e incluso el ejército en las protestas; por el otro, una política silenciosa de control de las universidades con cámaras, policías y detectives encubiertos, paramilitares, sapos y reglamentos altamente represivos. Por un lado campañas de derecha para desviar a los estudiantes de sus luchas; por otro lado, jíbaros y droga por toneladas con la complacencia de la policía y los rectores. El modelo obedece a un plan sistemático para barrer con cualquier tipo de resistencia a las políticas oficiales y ha venido siendo aplicado sistemáticamente en contra del movimiento indígena y campesino, contra la clase trabajadora y sindical y contra los defensores de derechos humanos y otros activistas sociales.

Si todavía algún incauto niega el papel que el Estado y sus organismos militares (legales e ilegales) han jugado en esto, que repase el caso Johnny Silva en Univalle, que demuestra como un estudiante es asesinado por la policía en 2005 y en los años posteriores el proceso jurídico se empantana ante la matanza por “sicarios” de todos los testigos y el encarcelamiento por “terrorismo” del último testigo vivo, Andrés Palomino. Aunque se demostró jurídicamente que el responsable del asesinato de Johnny era un agente del ESMAD y que tanto la alcaldía de Cali como administrativos de la universidad fueron cómplices del hecho, no hay condenados por el crimen.

En todo caso, rostros de un mismo sistema económico y político que defiende los intereses de los explotado-res, en contra de los trabajadores y demás capas oprimidas. ¿Tiene esto que ver con los más de 500 dirigentes indígenas asesinados en el Cauca en los últimos años? ¿Tiene que ver con que Colombia sea el país donde más sindicalistas asesinan en el mundo? Por supuesto que sí. Y tiene que ver además con un régimen que entrega la nación de la manera más descarada al imperio norteamericano, que somete al pueblo a políticas de falsos positivos y hambre permanente, que ahoga la nación en impuestos y déficit para la guerra y que tiene al continente entero al borde de un conflicto regional con Venezuela, Ecuador e incluso Nicaragua.

En el 2009 la situación llegó a un punto crítico: la reforma académica promete acabar con la educación tradi-cional que hemos conocido e implantar unos contenidos más acordes a los intereses de los grandes capitalis-tas y las multinacionales. El ajuste presupuestal que el congreso aprobó promete cerrar varias universidades y dejar otras en la ruina para el 2010 o 2011. La represión llegó al límite de convertir las universidades en zonas de guerra donde los rectores y representantes del Estado no pueden entrar más que con tanquetas, como lo demuestra la militarización en una misma semana de por lo menos cuatro universidades del país, entre las cuales se encontraba la UTP, con las brutalidades policiales de todos conocidas. El movimiento estudiantil está pagando la cuota de rebeldía que le corresponde por haber resistido al régimen año tras año, paro tras paro, marcha tras marcha, en la última década.

El futuro de la universidad pública está en entredicho. La crisis universitaria, que no logró convertirse en un paro nacional universitario como el del año 1971, volverá a estallar con dimensiones tal vez mayores, durante el 2010. Ante el cierre inminente de programas, claustros y el alza de matrículas en muchas universidades, las bases estudiantiles saldrán nuevamente a la calle. La pregunta clave es ¿debe el movimiento esperar la catás-trofe para responder combativamente? Y, por otro lado ¿debe marginarse de la crisis social y política que vive el país en aras de luchar por metas estrechas e inmediatas como el presupuesto? Si bien el detonante ha sido la lucha económica, la cuestión no puede quedarse ahí: tenemos que luchar por transformar radicalmente la vida de las universidades. Transformarlas de lugares de adoctrinamiento ideológico y formación de técnicos para el sistema, en verdaderas escuelas de lucha y resistencia, donde se desafía el orden establecido y se piensa críticamente. Necesitamos un movimiento estudiantil politizado, con capacidad de afirmar el derecho de los pueblos a rebelarse contra la opresión y la explotación, el derecho a zafarnos del yugo del imperialis-mo, el derecho a revolucionar la sociedad de arriba abajo. Un movimiento que piense y actúe, que se movilice activamente por las calles, porque cuando el pueblo marcha la reacción tiembla. Un movimiento que forje lazos con los demás sectores del pueblo, como hicimos con la minga indígena y los corteros de caña recientemente.

Creemos que es la oportunidad para que el movimiento estudiantil se plante firme en contra de las políticas reaccionarias que ha sufrido por parte del Estado en los últimos años. Creemos que esa puede ser la chispa que encenderá la candela, porque es la oportunidad de que el movimiento estudiantil reencuentre el camino al lado del pueblo colombiano, del que ha estado más o menos aislado en la última década. Los estudiantes, como en los años 20, como en los 50 y los 70, deben pensar más allá de sus reivindicaciones propias y ponerse al lado de las aspiraciones del pueblo, de sus necesidades y sus luchas.

Por ahora el blanco principal es el régimen fascista, que se está quedando sin oxígeno, y la necesidad inmediata es que caiga estrepitosamente con sus paramilitares, sus escándalos, sus bases militares y sus mafiosos. De permitir que siga gobernando, llevará el país a la hecatombe y hará de Colombia cada vez más el sicario de Norteamérica para todo el hemisferio sur. Pero tampoco se trata de alabar la democracia burguesa y la constitución de 1991 de la mano del neoliberal Cesar Gaviria o del socialdemócrata Gustavo Petro. Ellos y sus partidos tradicionales no pueden traer ni traerán nada bueno para el pueblo. Debemos tener las miras más altas, aspirar a una nueva sociedad, una sociedad de nueva democracia, sin imperialismo ni terratenientes, sin monopolios nacionales o trasnacionales, una nueva Colombia en los planos económico, político, social y cultural.

Tenemos, como antes, una responsabilidad histórica. Debemos prepararnos para ella, estudiar, organizarnos, elevar nuestra comprensión política de los problemas del país y el mundo, y sobre todo, estar dispuestos a luchar cuando el pueblo nos necesite. Estar dispuestos a soñar y luchar por un mundo nuevo, un mundo sin imperialismo, un mundo que en su momento el pueblo pintará con los colores que le parezca.

JOVENES ANTIIMPERIALISTAS,
Pereira, Noviembre de 2009

jueves, 29 de octubre de 2009

Con tu puedo y con mi quiero
VAMOS JUNTOS
compañero

Con este poema de Mario Benedetti queremos invitar a los estudiantes a marchar juntos por una universidad y un país diferente. Los jóvenes representamos lo nuevo, lo que apenas está naciendo y se opone a lo caduco y reaccionario. Somos la fuerza más activa y vital en la sociedad, los más ansiosos por aprender y los menos conservadores en nuestro pensamiento. Nuestra rebeldía se hace más justa, sí está guiada por la claridad en las ideas y la solidez de la organización. En un mundo de alienados e idiotizados, de consumo y consumismo, pensar es un derecho, organizarse un imperativo y rebelarse una obligación. Pensar, organizarse y rebelarse para transformar el mundo.

PRINCIPIOS.

- Por una educación crítica, científica, comprometida con los problemas de la nación y el pueblo. La universidad se ha convertido en una máquina de lavar cerebros y no en un centro de pensamiento, la universidad forma tecnócratas y directivos conformistas, individuos aislados de su gente y sus comunidades, prestigiosos gerentes que se olvidan del barrio y la cuadra en que nacieron, profesores que no recuerdan que también fueron alumnos, médicos que no ven los males y las enfermedades de la sociedad, ingenieros enfrascados en los números y convertidos en números del vértigo capitalista; queremos hacer de la universidad un centro de debate y resistencia, un lugar para soñar y transformar.

- Conquistar con la lucha libertades y derechos. Derechos hoy negados como la libertad de cátedra, el libre pensamiento, el derecho al disentimiento, a la libertad de expresión, a la opinión crítica, la protesta contra el orden establecido, la denuncia a la injusticia, la oposición a los planes reaccionarios en la educación y el derecho a la organización, la movilización y la rebelión, son derechos que debemos defender. No es con la conciliación y el diálogo como los estudiantes vamos a conquistar nuestros derechos, mucho menos defenderlos.

- Por un movimiento estudiantil solidario con las luchas del pueblo. Somos hijos de la nación y el pueblo colombianos. Desde los movimientos estudiantiles de principio del siglo XX hasta nuestros días, tanto en Colombia como en el resto del mundo, los estudiantes y los jóvenes han jugado un papel importante de resistencia en la sociedad, la universidad no es una caja de cristal aislada de los problemas sociales, la injusticia y la opresión: debe ser la caja de resonancia, la tribuna donde hablen todas las voces del movimiento popular, debe convertirse en el grito de los que no tienen voz. No queremos caminar al lado del estado, los politiqueros o los empresarios: queremos marchar con nuestros hermanos indígenas, con los trabajadores y los campesinos, para quienes no hay salones ni cátedras, ni cultura, ni conocimiento.

- Somos antiimperialistas. No queremos que decidan nuestro futuro desde la Casa Blanca ni de las oficinas de las multinacionales o grandes monopolios extranjeros. Si es cierto que la juventud es el futuro de un pueblo, queremos que sea la nación y el pueblo colombiano los que tomen las decisiones, no las potencias imperialistas que han saqueado nuestro continente desde la conquista con el oro y la esclavitud, y hoy con infinidad de recursos que van desde bienes naturales hasta mano de obra barata y trabajo agobiante. Nos oponemos a toda injerencia extranjera y en particular al control militar de nuestro país por las grandes potencias, vengan de donde vengan, lo único que ese modelo de dominación ha dejado sobre el planeta es depredación y muerte. El futuro no está en ellos, está en nosotros.

Plan de trabajo

Objetivo general:

Generar un movimiento estudiantil crítico, científico, combativo y transformador, solidario con las luchas de todos los oprimidos de Colombia.

Objetivos específicos:

· Investigar las condiciones económicas, políticas, sociales y culturales de la juventud universitaria de la UTP.

· Difundir el pensamiento científico, cultivar el espíritu crítico y creativo, abrir el más amplio debate en torno a los problemas de la universidad, en conexión con los problemas de la nación y el mundo.

· Tender lazos de solidaridad que permita la ligazón con el movimiento estudiantil en otras universidades y los movimientos populares en el país.

· Crear nuevas formas de expresión, de organización y de resistencia de los estudiantes de la UTP.

· Incidir sobre el curso del movimiento estudiantil, especialmente en el aspecto político, participando en las asambleas de estudiantes y las distintas manifestaciones de protesta.

Líneas de acción:

· Video-foros (quincenales los jueves).

· Periódico mural (mensual, itinerante).

· Ediciones o publicaciones científicas, artísticas o literarias (poesía, folletos, música, documentales).

· Órgano para la difusión del pensamiento propio (pasquín).

· Talleres de capacitación (filosofía, historia, economía política).

Táctica:

El trabajo girará en torno a la ciencia, la filosofía, el arte y la cultura, mediante la acción política y el conocimiento activo de nuestra propia realidad. Necesitamos apropiarnos del espíritu científico y la actitud filosófica para estar en capacidad de comprender el mundo y transformarlo. Abrir espacios de estudio que estimulen el arraigo por la ciencia, el debate que genere la lucha de ideas y promueva el pensamiento crítico, como foros, conferencias y proyección de documentales. Avanzar en nuestra formación mediante el conocimiento del cine, la literatura, la poesía, la música y en general del arte popular, desarrollando aspectos artísticos propios de las capas populares que despierten conciencia social. Buscar escenarios al aire libre para que a través de las caminatas, campamentos o excursiones, los jóvenes conozcamos la realidad de nuestro pueblo y las maneras de unirnos con él.

La claridad de pensamiento y de acción, deben ponerse a prueba en cada situación particular, ya sea investigando las condiciones socioeconómicas, ya sea participando del movimiento estudiantil o solidarizándonos con otras luchas sociales o de otros pueblos del planeta. En cualquier caso, es imprescindible la concientización política de los estudiantes para que sean ellos mismos, sujetos conscientes del proceso de transformación. La lucha no se puede restringir a la movilización del estudiantado, sino ir hasta los otros sectores tales como sindicatos, indígenas, estudiantes de secundaria, etc.

El movimiento debe guardar distancia frente a las carnadas que le tira el sistema, desde la vulgar politiquería, la farsa electoral, el lobby ante alcaldes o concejales, hasta las más sutiles de la participación estudiantil (cogobierno), la elección de decanos o rectores, la institucionalización del movimiento estudiantil y otras que han aplicado los que detentan el poder desde hace tiempo. Concurrir dentro del orden establecido, es hacer parte de él.

Debemos aferrarnos a nuestros principios y al mismo tiempo estar abiertos a lo nuevo: desde las formas tradicionales de lucha tales como marchas, bloqueos y protestas, a nuevas formas de expresión artística y cultural, como conciertos, murales, jornadas artísticas o protestas simbólicas.

¡Conciencia, solidaridad y lucha!


VAMOS JUNTOS…

Con tu puedo y con mi quiero

vamos juntos compañero

Compañero te devela

la misma suerte que a mí

prometiste y prometí

encender esta candela

Con tu puedo y con mi quiero

vamos juntos compañero

la muerte mata y escucha

la vida viene después

la unidad que sirve es

la que nos une en la lucha

Con tu puedo y con mi quiero

Vamos juntos compañero

La historia tañe sonora

su lección como campana

para gozar el mañana

hay que pelear el ahora

Con tu puedo y con mi quiero

Vamos juntos compañero

Ya no somos inocentes

ni en la mala ni en la buena

cada cual en su faena

porque en esto no hay suplentes

Con tu puedo y con mi quiero

Vamos juntos compañero

Algunos cantan victoria

porque el pueblo paga vidas

pero esas muertes queridas

van escribiendo la historia

Con tu puedo y con mi quiero

Vamos juntos compañero

MARIO BENEDETTI


lunes, 26 de octubre de 2009

Con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero.



VAMOS JUNTOS


Con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero

compañero te desvela
la misma suerte que a mí
prometiste y prometí
encender esta candela

con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero

la muerte mata y escucha
la vida viene después
la unidad que sirve es
la que nos une en la lucha

con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero

la historia tañe sonora
su lección como campana
para gozar el mañana
hay que pelear el ahora

con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero

ya no somos inocentes
ni en la mala ni en la buena
cada cual en su faena
porque en esto no hay suplentes

con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero

algunos cantan victoria
porque el pueblo paga vidas
pero esas muertes queridas
van escribiendo la historia

con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero.


Mario Benedetti

domingo, 25 de octubre de 2009

El Movimiento Universitario

En los últimos días la prensa y la opinión pública han revelado el problema de las universidades públicas y la educación superior: lo mismo que los movimientos estudiantiles habían anunciado desde mediados de los noventa pero que nadie creía; la burguesía reconoce abiertamente en los noticieros y en debates del congreso que la crisis es insostenible, pero no dice como la piensa solucionar; de hecho, el congreso no aprobó siquiera 20 % del presupuesto necesario para salvar las universidades, y el presupuesto aprobado está condicionado a trabas burocráticas y entidades estatales que no van a solucionar nada. Al igual que con la famosa ley 100 que en diez años acabó con la salud en Colombia, la reforma universitaria está acabando con la educación pública. El autor de la ley 100 es presidente de la república hoy. Nadie niega que por culpa de la ley 100 se muere la gente en la puerta de los hospitales. Nadie niega tampoco que la universidad está en crisis.

Pero el problema de fondo, del que no hablan los medios, es que todo ello hace parte de una doble política encaminada a “hacer rentable” sectores como la educación y la salud, que antes eran derechos y ahora son negocios. Eso por un lado, y por otro, con la privatización de esos sectores se elimina de plano la resistencia histórica que han jugado dentro del movimiento social colombiano; por ello es que los medios de comunicación se han limitado a anunciar una falta de presupuesto pero han dicho muy poco o nada de la política estatal contra el movimiento universitario en la última década: asesinatos de líderes y representantes estudiantiles, desmonte de sindicatos de trabajadores y profesores, militarización de universidades, complicidad con expendedores de drogas, amenazas semestre tras semestre a los estudiantes, represión violenta de protestas, asambleas y movilizaciones, políticas de paredes limpias y restricción de espacios democráticos, una política sistemática que se asemeja a la vivida por líderes indígenas, comunitarios, campesinos, organizaciones sindicales, etc. Encaminada a hacer de Colombia un paraíso para el gran capital extranjero y un infierno para los pobres y trabajadores.

El movimiento se ha levantado una vez más. Junto con los pueblos indígenas, es el único sector del pueblo que ha estado en agitación permanente durante el gobierno Uribe, que no se ha vendido ni ha conciliado con el régimen. Y es un sector social que siempre ha estado en las primeras filas de la lucha a lo largo de la historia: en los años 20 denunciando la masacre de las bananeras, en los 50 contra la dictadura de Rojas Pinilla, en los 60 y 70 al lado de las luchas obreras y campesinas y durante los noventa en la lucha contra la privatización.

Esta vez los estudiantes tienen que comprender, como lo entendían en otras épocas, que su futuro no está separado del futuro de la nación y en últimas del futuro del pueblo, con o sin universidad pública, los estudiantes deben seguir luchando, por defender lo poco que les queda y sobre todo, por conquistar todo lo que tienen por delante. Cada vez más, como dijeran Marx y Engels, es muy poco lo que podemos perder.