viernes, 3 de septiembre de 2010

“padrinos”, banquetes, deserciones y suicidios

“Es evidente además que los recursos del Estado trasferidos tanto a la Educación Superior como la financiación de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación son insuficientes[1]Luis Enrique Arango, 5 de Mayo de 2010

En las últimas semanas la emisora de la universidad y la prensa han difundido insistentemente un mensaje acerca del “plan padrino”, programa destinado a frenar la deserción estudiantil y apoyar estudiantes de bajos recursos, vulnerables en su condición y posibles desertores.

Realmente, las preocupaciones de las autoridades educativas a nivel nacional con el asunto de la deserción son persistentes, porque el fenómeno es la manifestación más patente y esclarecida de algo más profundo: el desastre de las políticas neoliberales de privatización y elitización de la Universidad Pública, en el marco de la doctrina de apertura económica y flexibilización laboral impuesta por el imperialismo a través de préstamos y acuerdos con el Banco Mundial y el FMI.

Un análisis serio permite establecer que si la “revolución” educativa de Uribe Vélez esgrime como uno de sus mayores logros la ampliación de cobertura, el logro se convierte en catástrofe cuando aparece como consecuencia el deterioro en la calidad educativa, la crisis financiera de las instituciones y la deserción generalizada.

La táctica mediática del estado en la última década ha sido esconder la realidad con cifras: dicen que redujeron los homicidios a la mitad, de 30.000 a 15.000 anuales, pero nunca dicen que los cuentan de manera distinta y que el número de desaparecidos se triplicó en el mismo período. No hay menos muertos, ahora los esconden. Algo similar sucede con las estadísticas del DANE que bajan los índices de pobreza e indigencia cambiando las metodologías.

Con la supuesta cobertura universitaria la fórmula es más simple de lo que se cree: según Uribe hemos llegado a una cobertura del 31% en educación superior pero la mitad de esa cobertura se pierde pues el 48% de los que entran “no terminan”[2] de acuerdo a cifras del propio Ministerio de Educación Nacional. Es decir, la cobertura real y efectiva no dista mucho de la que había antes del reinado Uribe (23%) e incluso puede ser inferior.

¿Porque desertan los estudiantes? Esa es la verdadera pregunta. Aunque las autoridades de la UTP hablan de “múltiples factores” y de conceptualizaciones “complejas” que deben enmarcarse en amplias perspectivas de “responsabilidad social”, lo cierto es que en el meollo del problema hay un indicador determinante: factores económicos. Los estudiantes pobres no tienen dinero suficiente y el aumento progresivo en costos de matrícula ha crecido tanto como la supuesta cobertura. Para el caso concreto de la UTP las matrículas en carreras de Jornada Especial tienen hasta diez veces su valor mínimo en jornada diurna, sin distinción de estrato o procedencia social, y en carreras nuevas de operación comercial como Veterinaria la matrícula puede ser 10 o 20 veces más costosa que en carreras antiguas subsidiadas por el estado, llegando a cifras de varios millones de pesos que superan incluso las de universidades privadas. En todas las universidades públicas del país se ha repetido este modelo, con variaciones o especificaciones.

Además, la deserción aumenta conforme ingresan a las universidades los hijos del pueblo que han sido “educados” en el sistema público, un sistema que ha sufrido en los últimos años un deterioro gigantesco en su calidad. Entonces aducen las autoridades universitarias factores académicos y falencias en comprensión de lectura o destrezas matemáticas, cuando ello no es otra cosa que el resultado de la educación básica mediocre ofrecida gratuitamente a los hijos de los trabajadores, es decir, una consecuencia más de ser pobre: “La distancia que separa a un niño de quinto de primaria perteneciente a un colegio distrital de provincia de uno que tuvo el privilegio de acceder a un colegio bilingüe y privado en una ciudad, muchas veces es insalvable[3]

El resultado entonces es una universidad con relativo fácil acceso pero donde es muy difícil mantenerse. La responsabilidad estatal es muchísimo más grande de lo que parece, porque mientras las clases dominantes se llenan la boca con sus índices de cobertura, por detrás desmantelan el sistema público universitario, dejándo que naufrague con sus deudas y brechas financieras. Y es que a la burguesía los pobres sólo le importan cuando se puede hacer negocio con ellos: en este caso, sostener un sistema de Universidades Públicas con dineros estatales es un pésimo negocio; mientras que ofrecer productos privados de educación, proyectos de investigación e innovación, servicios de consultoría a empresas o entidades privadas son negocios rentables y prósperos, que prometen convertirse en toda una veta de inversiones para el gran capital imperialista en la nueva “sociedad del conocimiento”. No es coincidencia que gigantescos monopolios como la Bayer posean sus propias universidades, o que Harvard y Oxford sean empresas multinacionales de la educación.

En ese sentido van dirigidas las políticas de privatización del sector público – no sólo Universitario – que incluyen hospitales, empresas estatales o recursos naturales y energéticos adelantadas servilmente por los gobiernos de los países oprimidos durante los años 90: todo consiste en abrirle la puerta al gran capital transnacional para que extraiga ganancias de sectores o regiones donde antes no podía hacerlo. La salud, que antes se consideraba un derecho humano fundamental (“obligación” del Estado), hoy es un lucrativo negocio en manos de unos cuantos monopolios.

El costoso precio de la privatización universitaria lo pagan las familias del pueblo. Además, la situación llegó a un punto en exceso escandaloso, que obligó a las autoridades de la UTP a cacarear todos sus esfuerzos contra la deserción por la radio y la prensa: casos de suicidio entre estudiantes de bajos recursos que no pudieron continuar sus estudios. ¡¡Los desertores se suicidan!!

Los informes del rector no muestran avances significativos en esta batalla. No es posible revertir una tendencia social y económica anclada en las condiciones de miseria y atraso del país, con simples paliativos coyunturales como bonos de transporte o charlas de motivación. La irrisoria reducción de la deserción de 0.75% lograda en 2009[4] no sobrepasó ni siquiera el punto porcentual que se había propuesto.

Las soluciones que la Universidad ofrece al problema son tan exóticas como ridículas: charlas de un conferencista japonés llamado Yokoi Kenji donde enseña a tener una “vida con propósito” y repite aquella babosada de que Colombia es el segundo país más feliz del mundo. Banquetes humanitarios de la élite pereirana con el objetivo de recoger los fondos que el Estado no gira para los estudiantes del pueblo. Talleres sobre la “importancia de la salud mental”, para que los primíparos no se suiciden, etc., etc., etc.

Pero el Estado ofrece otras “soluciones” efectivas, frías y calculadoras como el miso capitalismo: créditos del ICETEX para endeudar jóvenes que aun no saben si serán algún día profesionales. La solución estatal no tiene nada de original ni es exótica, simplemente va acoplada con la biblia neoliberal que proclamó hace varias décadas su doctrina de subsidiar la demanda y no la oferta: lo que significa acabar con la oferta pública de universidades y abrirle paso al capital financiero con sus créditos para los que demandan educarse. Para los que creen que el imperialismo es cosa del pasado, vale la pena recordar que el nuevo ICETEX se engordó en 2002 con un empréstito que la nación hizo con el Banco Mundial por 200 millones de dólares[5].

Pero la noticia más asquerosa y maloliente ha sido aquella de los “padrinos”. Los “caritativos” y “filántropos” empresarios y burgueses otorgan donaciones y asisten a banquetes de la alta alcurnia para recoger limosnas que financien la educación de los estudiantes pobres, los mismos que se están suicidando. ¡Y detrás de ello está el silencio del Estado colombiano y de las clases dominantes que se mantienen y sostienen gracias a la despiadada brecha social entre ricos y pobres, la más grande de América Latina!

Una visión ingenua se dejaría engañar por la filantropía y las buenas intenciones de las señoras encopetadas o los egresados que han regalado dinero para los estudiantes pobres. El problema de fondo es la decadencia absoluta, la catástrofe de un sistema educativo que cierra sus puertas al pueblo, cada vez más alineado con los intereses del imperialismo y el capital. Es la misma catástrofe que este sistema social representa para el pueblo en todos sus aspectos.

La vida es una cadena de servicio, todos algún día recibimos apoyo y estamos obligados a devolverlo a la cadena. Solo así sobrevive la sociedad[6] dice el rector Arango. ¿Y los 7,9 millones de indigentes que en este país se mueren lentamente en las calles?, ¿Y los 4 millones de desplazados por la violencia reaccionaria en los campos?, ¿Y el 66% de la gente que viven del rebusque y la economía informal? La caridad cristiana no ofrece ninguna solución a los problemas: al contario, deja indemne la estructura de injusticia, no la cuestiona, ofrece limosnas para unos cuantos al tiempo que perpetúa la miseria de millones. Una demostración real de querer ayudar a los estudiantes sería detener la ejecución de las políticas que los expulsan de las universidades. Pero no, ellos muy juiciosos hacen la tarea que les han impuesto sus amos, aplicando la receta neoliberal con la frialdad de un asesino. Después se llenan la panza en sus banquetes y dan declaraciones compungidos cuando son los directos ejecutores del crimen.

Como “grandes” académicos e intelectuales ilustrados, copian sus discursos de los pensadores e ideólogos europeos y norteamericanos. Sin embargo, durante el banquete organizado por la universidad para recoger limosnas entre la burguesía pereirana, el rector dijo una cosa original: “Nadie es responsable de nacer en un hogar pobre o alejado de los sitios donde están las Universidades[7]. Es cierto, los pobres no tienen la culpa de su pobreza. ¿Quiénes son los responsables? Helos aquí mismo, dando discursos humanitarios.

Ya es hora de que el pueblo los llame para pedirles cuentas por todos sus crímenes, por todo el dolor, por toda la violencia y la miseria que han sembrado entre nuestra gente.



[1] Intervención del Rector de la U.T.P. Luis Enrique Arango en el foro “Los retos de la educación superior en el nuevo plan nacional de desarrollo” el 5 de mayo de 2010 en Bogotá

[2]El 48% de quienes entran a la universidad no terminan la carrera”, El Tiempo, 3 de Junio de 2009

[3] “Deserción universitaria”, El Espectador, 5 de junio de 2009

[4] Informe del rector Luis Enrique Arango al Consejo Superior, 15 de Diciembre de 2009.

[5]El Icetex conmemora sus 60 años invirtiendo en el talento de los colombianos”, MEN, disponible en: http://www.mineducacion.gov.co/cvn/1665/article-237911.html

[6] Intervención del rector Luis Enrique Arango en el banquete de apoyo al fondo universitario plan padrino, Club de Comercio, Agosto 12 de 2010.

[7] Ibíd.