Esa gente, nuestra gente, que cayó martirizada, somos los mismos de hoy, ayer sacrificados. Somos nosotros, proletarios, campesinos, parias. Esa gente, entre fulgor de rabia y odio implacable de multitud ahora recordada. 1928 ¡gente de la zona bananera!, ¡gente por el imperialismo yanqui asesinada!
Fragmento del poema: La Masacre, de Álvaro Sanclemente.
Hace 81 años, entre los meses de noviembre y diciembre de 1928 aconteció una gran huelga del naciente proletariado agrícola colombiano contra la trasnacional imperialista United Fruit Company, en Cienaga y otros municipios de la zona bananera del departamento del Magdalena.
Un cuarto de siglo después del robo de Panamá por parte del imperialismo yanqui, Colombia tenía algo más de 7 millones de habitantes. Predominaban por todo el país las haciendas de tipo feudal y relaciones de servidumbre de los terratenientes sobre los campesinos. La economía giraba principalmente en torno al café, tabaco, caucho, oro, carbón, sal, esmeraldas y platino. En las zonas caucheras del Amazonas colombiano los terratenientes y el imperialismo ingles explotaban a los trabajadores de manera esclavista.
Además de la United Fruit Company, existían otros enclaves de saqueo imperialistas como la petrolera Tropical Oil Company, en Barrancabermeja, y la minera Frontino Gold Mines, en el pacifico colombiano.
El imperialismo yanqui y el Estado reaccionario mantenían una continua situación de zozobra en la zona bananera por su explotación y opresión. Los obreros trabajaban sin vinculación directa con la trasnacional, por un salario inferior al mínimo, sin atención médica, generando entre las masas una situación económica muy precaria y unas condiciones de vida miserables. A los presos se les obligaba a trabajar hasta los días festivos sin darles comida en días. Además de los asfixiantes impuestos del Estado, el ejercito cobraba otros “impuestos” (vacunas) al pueblo como: un impuesto llamado pisadura, impuesto a la profesión u oficio, entre otros y cobraba por salvoconductos (estilo certificado del DAS). El ejército continuamente robaba las casas, saqueaba las tiendas, robaba a los obreros y campesinos en las calles, los golpeaban y luego los encarcelaban, incendiaban sus ranchos, violaban a las mujeres y las niñas. A la par que hacían todo esto, la United Fruit Company y el ejército festejaban en grandes fiestas y bacanales, llenos de licor y prostitutas. Cuando los militares eran acusados por delitos contra la población, la United Fruit Company pagaba las reparaciones y multas de los oficiales.
Los continuos atropellos e injusticias hacia las masas llevaron a que se agudizaran las contradicciones entre el imperialismo y el Estado terrateniente-feudal por un lado y el proletariado agrícola con los campesinos por el otro. Los obreros se organizaron en sindicatos y comenzaron a exigir condiciones dignas de trabajo, pidiendo descanso dominical, mejor atención médica y mejor salario (algo muy similar a las peticiones que hoy en día hacen los corteros de caña en el Valle del Cauca); por esta razón más de 30 mil obreros de la United Fruit Company entraron en huelga. Los obreros tenían la simpatía de la población, de los indígenas de la Sierra Nevada, de los comerciantes, de algunos ganaderos, y también de muchos trabajadores norteamericanos que se solidarizaron con ellos.
El gobierno de Miguel Abadía Méndez -terrateniente y servil lacayo del imperialismo- declaró a los huelguistas como cuadrilla de malhechores (el equivalente hoy en día de terroristas) y ordenó el 6 de diciembre dispararle a los manifestantes reunidos en la plaza principal de Cienaga (Magdalena).
El reaccionario General Cortés Vargas dio la orden directa de disparar a los obreros, argumentando posteriormente, que lo había hecho entre otros motivos, porque tenía información sobre algunos buques yanquis que estaban cerca a las costas colombianas, prestos a desembarcar las tropas imperialistas para defender sus intereses. Argumentaba que de no haber dado la orden Estados Unidos habría invadido tierras colombianas. Pero el principal temor de los imperialistas y el gobierno reaccionario era que las ideas comunistas se esparcieran entre las masas de obreros y campesinos, que sumado a la rica experiencia de lucha y combatividad del pueblo colombiano heredada de las guerras civiles del siglo XIX, conformaban una peligrosa mezcla explosiva que podría encender una leña seca lista para arder.
En esta matanza perecieron más de un millar de obreros ametrallados por el ejército reaccionario, y el estado colombiano demostraba con sangre una vez más los intereses que defendía y su incondicional servilismo ante los imperialistas yanquis.
No fue la primera masacre pero si fue la primera que no quedó en el olvido. Este cruel acto contra el movimiento obrero colombiano marcó para siempre la historia de violencia reaccionaria en el país, que continúa hasta la actualidad. Tras aquella matanza la represión contra las huelgas se acrecentó en Colombia, y se volvieron cotidianos los asesinatos masivos de líderes sindicales y la cárcel por “delitos políticos” para otros tantos.
La huelga y masacre de las bananeras al igual que la mayoría de los problemas del pueblo colombiano se derivan de un origen común: el problema nacional y el problema democrático.
Dos aspectos que son interdependientes y están profundamente relacionados. Colombia es una nación oprimida por el imperialismo principalmente yanqui, es decir es una nación semicolonial. Por otro lado no se ha resuelto el problema de la democracia para el pueblo es decIr, “tierra para el que la trabaja”, entregar la tierra a los campesinos, además de las libertades políticas para el pueblo. En otras palabras Colombia es una nación semifeudal. En nuestro país el imperialismo saquea los recursos naturales, practica el intercambio desigual de mercancías, oprime y explota con sus relaciones de producción principalmente a través de la compra de mano de obra barata que ofrece el país, aliándose con las clases reaccionarias: la gran burguesía y los grandes terratenientes, que actúan en conjunto como unas sanguijuelas chupando hasta la última gota de sudor y sangre del pueblo. Estos dos problemas no han sido solucionados y siguen causando inmenso dolor y sufrimiento al pueblo.
Como parte de que todo siga igual, de que el pueblo no conozca su propia historia de lucha y resistencia y defienda sus intereses, el imperialismo y sus lacayos siempre buscan borrar la historia y la memoria colectiva del pueblo, dejando en el olvido y negándose a transmitir las experiencias del pueblo. Para eso hacen uso de los medios de comunicación que están a su servicio como Caracol y RCN, otro método es cambiar los nombres para hacer parecer lo viejo y podrido como algo nuevo y mejor. Poco tiempo después de la masacre, la United Fruit Company “cambio” su nombre en Colombia por Compañía Frutera de Sevilla, y mas tarde a Chiquita Brands.
La trasnacional Chiquita Brands, el imperialismo y el Estado, por medio de sus fuerzas armadas reaccionarias, ejército, policía y paramilitares, ha seguido saqueando el país y masacrando al pueblo, financiando y dirigiendo grupos de paramilitares en la zona bananera de Urabá y Magdalena. Esta transnacional yanqui tiene una macabra historia de invasión, muerte y destrucción en buena parte de América Latina y el Caribe, basta con sólo recordar el financiamiento y dirección a los contras (paramilitares) en Nicaragua.
A Nosotros los jóvenes, ya seamos obreros, campesinos, estudiantes, nos han heredado un mundo patas arriba, donde la masacre, el genocidio, el desplazamiento forzado, la explotación, la opresión del pueblo, el saqueo y destrucción del planeta por parte de capitalistas y terratenientes es algo no sólo cotidiano, también es algo visto como “normal”. De nosotros depende que siga así y mucho peor, o por el contrario luchar por heredarle a las nuevas generaciones un mundo nuevo y mucho mejor.
Los jóvenes del pueblo debemos aprender del pasado, estudiar la historia, conocer la rica experiencia de combatividad y resistencia del pueblo colombiano, como también de las justas luchas de los pueblos del mundo y ligarnos a ellas. Debemos entender que es sólo con la organización y lucha conciente y sistemática que podemos derribar el sistema capitalista y transformar el mundo, es sólo uniéndonos a los obreros y campesinos, para luchar juntos como un sólo cuerpo que podremos barrer este sistema de opresión y explotación, de hambre y miseria que generan y mantienen los amos, capataces y verdugos del pueblo (imperialistas, grandes burgueses, grandes terratenientes y sus lacayos).
Las recientes y justas luchas de los corteros de caña de azúcar y la minga indígena, nos trajeron un aire fresco de lucha popular, pero esto es sólo el comienzo. Grandes luchas están por venir, es por eso que no debemos esperar pasivos a que pasen las cosas, a que “otros” luchen en contra del sistema. Nosotros los jóvenes del pueblo no somos el problema, sino que debemos ser parte importante de la solución, debemos luchar con sacrificio, perseverancia, con una profunda convicción de servir al pueblo, de apoyar todas las justas luchas de los pueblos del mundo y con la necesidad de aprender de la rica experiencia de la justa lucha del pueblo colombiano, para trascender de la resistencia y hacer la revolución.
¡De norte a sur, de oriente a occidente, unir las luchas del pueblo!
¡Contra la brutalidad policial, organizarse y resistir!
¡Si globalizan la miseria, globalizamos la resistencia!
¡Se justifica la rebelión, se necesita la revolución!
Jóvenes Antiimperialistas
Diciembre de 2009
Fragmento del poema: La Masacre, de Álvaro Sanclemente.
Hace 81 años, entre los meses de noviembre y diciembre de 1928 aconteció una gran huelga del naciente proletariado agrícola colombiano contra la trasnacional imperialista United Fruit Company, en Cienaga y otros municipios de la zona bananera del departamento del Magdalena.
Un cuarto de siglo después del robo de Panamá por parte del imperialismo yanqui, Colombia tenía algo más de 7 millones de habitantes. Predominaban por todo el país las haciendas de tipo feudal y relaciones de servidumbre de los terratenientes sobre los campesinos. La economía giraba principalmente en torno al café, tabaco, caucho, oro, carbón, sal, esmeraldas y platino. En las zonas caucheras del Amazonas colombiano los terratenientes y el imperialismo ingles explotaban a los trabajadores de manera esclavista.
Además de la United Fruit Company, existían otros enclaves de saqueo imperialistas como la petrolera Tropical Oil Company, en Barrancabermeja, y la minera Frontino Gold Mines, en el pacifico colombiano.
El imperialismo yanqui y el Estado reaccionario mantenían una continua situación de zozobra en la zona bananera por su explotación y opresión. Los obreros trabajaban sin vinculación directa con la trasnacional, por un salario inferior al mínimo, sin atención médica, generando entre las masas una situación económica muy precaria y unas condiciones de vida miserables. A los presos se les obligaba a trabajar hasta los días festivos sin darles comida en días. Además de los asfixiantes impuestos del Estado, el ejercito cobraba otros “impuestos” (vacunas) al pueblo como: un impuesto llamado pisadura, impuesto a la profesión u oficio, entre otros y cobraba por salvoconductos (estilo certificado del DAS). El ejército continuamente robaba las casas, saqueaba las tiendas, robaba a los obreros y campesinos en las calles, los golpeaban y luego los encarcelaban, incendiaban sus ranchos, violaban a las mujeres y las niñas. A la par que hacían todo esto, la United Fruit Company y el ejército festejaban en grandes fiestas y bacanales, llenos de licor y prostitutas. Cuando los militares eran acusados por delitos contra la población, la United Fruit Company pagaba las reparaciones y multas de los oficiales.
Los continuos atropellos e injusticias hacia las masas llevaron a que se agudizaran las contradicciones entre el imperialismo y el Estado terrateniente-feudal por un lado y el proletariado agrícola con los campesinos por el otro. Los obreros se organizaron en sindicatos y comenzaron a exigir condiciones dignas de trabajo, pidiendo descanso dominical, mejor atención médica y mejor salario (algo muy similar a las peticiones que hoy en día hacen los corteros de caña en el Valle del Cauca); por esta razón más de 30 mil obreros de la United Fruit Company entraron en huelga. Los obreros tenían la simpatía de la población, de los indígenas de la Sierra Nevada, de los comerciantes, de algunos ganaderos, y también de muchos trabajadores norteamericanos que se solidarizaron con ellos.
El gobierno de Miguel Abadía Méndez -terrateniente y servil lacayo del imperialismo- declaró a los huelguistas como cuadrilla de malhechores (el equivalente hoy en día de terroristas) y ordenó el 6 de diciembre dispararle a los manifestantes reunidos en la plaza principal de Cienaga (Magdalena).
El reaccionario General Cortés Vargas dio la orden directa de disparar a los obreros, argumentando posteriormente, que lo había hecho entre otros motivos, porque tenía información sobre algunos buques yanquis que estaban cerca a las costas colombianas, prestos a desembarcar las tropas imperialistas para defender sus intereses. Argumentaba que de no haber dado la orden Estados Unidos habría invadido tierras colombianas. Pero el principal temor de los imperialistas y el gobierno reaccionario era que las ideas comunistas se esparcieran entre las masas de obreros y campesinos, que sumado a la rica experiencia de lucha y combatividad del pueblo colombiano heredada de las guerras civiles del siglo XIX, conformaban una peligrosa mezcla explosiva que podría encender una leña seca lista para arder.
En esta matanza perecieron más de un millar de obreros ametrallados por el ejército reaccionario, y el estado colombiano demostraba con sangre una vez más los intereses que defendía y su incondicional servilismo ante los imperialistas yanquis.
No fue la primera masacre pero si fue la primera que no quedó en el olvido. Este cruel acto contra el movimiento obrero colombiano marcó para siempre la historia de violencia reaccionaria en el país, que continúa hasta la actualidad. Tras aquella matanza la represión contra las huelgas se acrecentó en Colombia, y se volvieron cotidianos los asesinatos masivos de líderes sindicales y la cárcel por “delitos políticos” para otros tantos.
La huelga y masacre de las bananeras al igual que la mayoría de los problemas del pueblo colombiano se derivan de un origen común: el problema nacional y el problema democrático.
Dos aspectos que son interdependientes y están profundamente relacionados. Colombia es una nación oprimida por el imperialismo principalmente yanqui, es decir es una nación semicolonial. Por otro lado no se ha resuelto el problema de la democracia para el pueblo es decIr, “tierra para el que la trabaja”, entregar la tierra a los campesinos, además de las libertades políticas para el pueblo. En otras palabras Colombia es una nación semifeudal. En nuestro país el imperialismo saquea los recursos naturales, practica el intercambio desigual de mercancías, oprime y explota con sus relaciones de producción principalmente a través de la compra de mano de obra barata que ofrece el país, aliándose con las clases reaccionarias: la gran burguesía y los grandes terratenientes, que actúan en conjunto como unas sanguijuelas chupando hasta la última gota de sudor y sangre del pueblo. Estos dos problemas no han sido solucionados y siguen causando inmenso dolor y sufrimiento al pueblo.
Como parte de que todo siga igual, de que el pueblo no conozca su propia historia de lucha y resistencia y defienda sus intereses, el imperialismo y sus lacayos siempre buscan borrar la historia y la memoria colectiva del pueblo, dejando en el olvido y negándose a transmitir las experiencias del pueblo. Para eso hacen uso de los medios de comunicación que están a su servicio como Caracol y RCN, otro método es cambiar los nombres para hacer parecer lo viejo y podrido como algo nuevo y mejor. Poco tiempo después de la masacre, la United Fruit Company “cambio” su nombre en Colombia por Compañía Frutera de Sevilla, y mas tarde a Chiquita Brands.
La trasnacional Chiquita Brands, el imperialismo y el Estado, por medio de sus fuerzas armadas reaccionarias, ejército, policía y paramilitares, ha seguido saqueando el país y masacrando al pueblo, financiando y dirigiendo grupos de paramilitares en la zona bananera de Urabá y Magdalena. Esta transnacional yanqui tiene una macabra historia de invasión, muerte y destrucción en buena parte de América Latina y el Caribe, basta con sólo recordar el financiamiento y dirección a los contras (paramilitares) en Nicaragua.
A Nosotros los jóvenes, ya seamos obreros, campesinos, estudiantes, nos han heredado un mundo patas arriba, donde la masacre, el genocidio, el desplazamiento forzado, la explotación, la opresión del pueblo, el saqueo y destrucción del planeta por parte de capitalistas y terratenientes es algo no sólo cotidiano, también es algo visto como “normal”. De nosotros depende que siga así y mucho peor, o por el contrario luchar por heredarle a las nuevas generaciones un mundo nuevo y mucho mejor.
Los jóvenes del pueblo debemos aprender del pasado, estudiar la historia, conocer la rica experiencia de combatividad y resistencia del pueblo colombiano, como también de las justas luchas de los pueblos del mundo y ligarnos a ellas. Debemos entender que es sólo con la organización y lucha conciente y sistemática que podemos derribar el sistema capitalista y transformar el mundo, es sólo uniéndonos a los obreros y campesinos, para luchar juntos como un sólo cuerpo que podremos barrer este sistema de opresión y explotación, de hambre y miseria que generan y mantienen los amos, capataces y verdugos del pueblo (imperialistas, grandes burgueses, grandes terratenientes y sus lacayos).
Las recientes y justas luchas de los corteros de caña de azúcar y la minga indígena, nos trajeron un aire fresco de lucha popular, pero esto es sólo el comienzo. Grandes luchas están por venir, es por eso que no debemos esperar pasivos a que pasen las cosas, a que “otros” luchen en contra del sistema. Nosotros los jóvenes del pueblo no somos el problema, sino que debemos ser parte importante de la solución, debemos luchar con sacrificio, perseverancia, con una profunda convicción de servir al pueblo, de apoyar todas las justas luchas de los pueblos del mundo y con la necesidad de aprender de la rica experiencia de la justa lucha del pueblo colombiano, para trascender de la resistencia y hacer la revolución.
¡De norte a sur, de oriente a occidente, unir las luchas del pueblo!
¡Contra la brutalidad policial, organizarse y resistir!
¡Si globalizan la miseria, globalizamos la resistencia!
¡Se justifica la rebelión, se necesita la revolución!
Jóvenes Antiimperialistas
Diciembre de 2009
Resistencia popular y antiimperialista