Crónica desde la resistencia
La Marcha Universitaria
8 de noviembre de 2011
El ejecutivo colombiano ha tomado una postura tan intransigente y mafiosa como la de sus generales, sus gorilas con uniforme y sus matones: el presidente Juan Manuel Santos asegura que para tumbar la dichosa ley 30 que arruinó las universidades públicas tendremos que pasar sobre su cabeza.
La estrategia del ejecutivo ni siquiera ha sido dilatoria. No ha habido diálogos, no ha habido propuestas alternas, sólo oídos sordos al clamor generalizado de estudiantes, trabajadores y profesores. Ante esta postura que buscaba generar frustración en el movimiento estudiantil la respuesta ha sido inesperada: tanto estudiantes como profesores se han radicalizado, llevando a que la situación se salga de control en varios claustros que al momento se encuentran cerrados: Universidad de Pamplona, Universidad Tecnológica de Pereira, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
El Estado intenta por todos los medios, incluyendo la violencia y los montajes mediáticos, que los estudiantes vuelvan a la normalidad y retomen las clases. El movimiento se lanza ahora a una arriesgada apuesta, partir a la toma de la capital para presionar a la opinión pública nacional e internacional, si es necesario, acampando en las plazas hasta ser escuchados. Esta no parece ser la generación que enterrará la Universidad Pública, entre otras cosas, porque es la última que puede revertir un proceso que empezó con el Plan Atcon en los 60 y luego con las innumerables imposiciones del Banco Mundial y el FMI.
Con la Universidad cerrada, sin clases y sin vías de debate, un grupo de muchachos que ya no tiene nada que perder emprendió una marcha a pié desde Pereira hasta Bogotá, para sumarse a compañeros de otras partes del país que buscan llegar a Bogotá a una movilización nacional. Queremos que esta pequeña bola de nieve se convierta en una avalancha imparable.
Trataremos, en la medida de lo posible, de escribir breves reportes en directo sobre la movilización para mantener a todos bien informados. Necesitamos difundir esta información, regarla por el internet y por los medios alternativos para evitar el cerco mediático al ha sido sometido el movimiento.
El grueso de los compañeros han salido desde hace varios días, pero hoy es nuestro primer día de viaje: vamos caminando hasta Bogotá para gritarle al mundo que no nos rendimos, pasar por encima de Santos, y si es posible, de su cabeza.
¡Viva el paro nacional universitario!
Ver: http://www.youtube.com/watch?v=mPEfl9VcSrA&feature=player_embedded
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Crónica desde la resistencia
Un elefante que camina
9 de noviembre de 2011
Tras casi 40 kilómetros de caminata y más de cien en buses y trasbordos, dejamos atrás las montañas cafeteras para finalmente alcanzar a los estudiantes marchantes en el pueblo de El Espinal, un sitio donde las temperaturas llegan cotidianamente a los cuarenta grados. A mediodía hasta las piedras aúllan de calor. La marcha que empezó con apenas tres decenas de muchachos ahora ronda las 300 personas; dos delegaciones pequeñas de la Universidad de Caldas y la Universidad Nacional se unieron desde la ciudad de Manizales. En la ciudad de Armenia hubo un recibimiento efusivo dentro de la Universidad pero su delegación es la más pequeña: sólo un marchante.
Los caminantes remontaron a pié el alto de la línea, que alcanza casi los tres mil metros, para descender a Ibagué donde han estado todo el Domingo y parte del Lunes. En esta ciudad se ha sumado la delegación más grande que ronda un centenar de estudiantes de la Universidad del Tolima. Fue en este claustro donde el paro universitario se inauguró con una jornada de disturbios muy fuertes saldados con tres decenas de detenidos e incontables heridos; además de la delegación de caminantes a Bogotá, la Universidad del Tolima sumará 8 buses el 10 de Noviembre directamente a la capital. Otro grupo de caminantes se acerca a Bogotá por otra vía con jóvenes de las Universidades de Antioquia y Nacional de Medellín, que partieron días antes que el grupo de Pereira.
Desde El Espinal hemos llegado a Girardot, ciudad ribereña del río Magdalena donde hay una sede de la Universidad de Cundinamarca. Los estudiantes hablan de un resurgir actual del movimiento estudiantil luego de que prácticamente desapareciera desde los primeros años del gobierno Uribe, cuando las persecuciones de los paramilitares y el asesinato de uno de sus líderes desarticuló todos los procesos organizativos. Medio centenar de estudiantes de la carrera de enfermería han estado al tanto del recibimiento y alojamiento de los caminantes. También se ha sumado una delegación de esta Universidad y se espera otra más numerosa que se sumará el 9 de Noviembre en Fusagasugá, un paraje a 50 kilómetros de Bogotá donde arriba la marcha al momento de escribir estas líneas.
La movilización camina, lentamente pero camina. Vibra, palpita con la energía de la juventud que no parece preocuparse mucho de los semestres académicos que se dan por perdidos ni de la Ministra ciega y sorda ante la realidad, insistiendo en echar más fuego al inconformismo estudiantil. Todos tienen la firme convicción que el jueves 10 de Noviembre los estudiantes llenaremos la Plaza de Bolívar en la capital.
Por ahora nos espera una noche en Fusagasugá y un largo ascenso hasta la capital; la marcha se compone de delegaciones de las Universidades de Caldas, Nacional de Manizales, Tecnológica de Pereira, Tolima, Quindío, y Cundinamarca. Además van cuatro perros callejeros que siempre acompañan las protestas en Ibagué; un elefante con las siglas UT (U. del Tolima) que representa la voluntad inquebrantable del movimiento de arrollar y pasar por encima de la reforma; un niño y un anciano que decidieron sumarse y hasta dos chicas del País Vasco que están de intercambio en Girardot y que portan una pancarta en solidaridad con los presos Políticos Vascos.
La mayoría de los tramos se recorren a pié aunque la Policía de Carreteras ha ayudado bastante a los marchantes llevándolos largos trechos en camiones, en parte debido a que la protesta ha sido pacífica e impecable, en parte porque no les conviene que la vía más importante del país que une la capital con el puerto de Buenaventura esté bloqueada por ese caminar intempestivo de pancartas, colores y sonrisas, como las que estallaron cuando una de las organizadoras dijo a los policías que iban 300 marchantes, cuatro perros y un elefante. El policía, con una inocencia inusual en un hombre de armas preguntó: "Y el elefante, señorita... ¿Es de verdad?"
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Crónica desde la resistencia
Subiendo la cuesta
9 de noviembre de 2011
Fusagasugá es un pueblo en la cordillera oriental colombiana entre el valle del río Magdalena y la ciudad de Bogotá; coronada en su parte alta por el páramo del Sumapaz. Esta región ha sido epicentro de varios conflictos sociales de suma importancia en la historia colombiana. La zona fue azotada por luchas agrarias y ligas campesinas en los años 30 y luego sería fortín del gaitanismo y del Partido Comunista a mediados del siglo XX. Alfredo Molano asegura que por estas montañas se encumbra el origen del conflicto armado en Colombia, cuando las autodefensas campesinas del Sumapaz antes lideradas por Juan de la Cruz Varela derivaron en lo que hoy son las FARC.
Aquí nos han recibido los estudiantes de la Universidad de Cundinamarca, quienes luego se han sumado a la movilización. Desde Fusagasugá a Bogotá hay un trecho de medio centenar de kilómetros remontando cuestas y pequeñas poblaciones que viven del tránsito continuo de camiones y tractomulas, porque esta es la vía más importante de la nación, que comunica la ciudad más grande e industrializada con el principal puerto del país: Buenaventura. Nunca nos habíamos imaginado tal apoyo y simpatía de la gente, que pasa gritando arengas desde los buses, autos particulares, camionetas. Pero quienes expresan mejor sus simpatías son los camioneros que llevan por trechos a los manifestantes, lanzan billetes y monedas, pitan; parece ser que el gremio de camioneros se sumará mañana 10 de Noviembre a la movilización estudiantil con bloqueos y paros. Junto a las marchas anunciadas de profesores, colegios, algunos sindicatos, el SENA y las Universidades de la capital, el país entero está a la expectativa de ver caer la reforma universitaria mientras la gente llene la Plaza de Bolívar. El elefante, un poco maltrecho, sigue caminando.
Conversando con estudiantes de diferentes claustros constatamos que la privatización y la receta neoliberal no son una amenaza en ciernes sino una promesa cumplida hace mucho. Las similitudes se repiten mecánicamente de una Universidad a otra: carreras autofinanciadas que cuestan hasta 10 o 20 veces lo que puede costar una carrera subsidiada por el Estado; rectores y administraciones corrompidas que se perpetuán año tras año en el poder de las Universidades a costa de obedecer servilmente las imposiciones del gobierno; representantes estudiantiles plegados a los intereses de la administración para “legitimar” como “democráticas” las imposiciones; la expansión desorbitada e irresponsable del sistema educativo sin recursos nuevos en una estrategia de asfixia financiera que obliga a la comunidad universitaria a aceptar nuevas imposiciones, nuevos chantajes y nuevos recortes con promesas difusas de mayor presupuesto. Para regocijo de Naomi Klein y su “Doctrina del Shock”, toda esta aplanadora de recortes y reformas, todo este Shock neoliberal al que se ha sometido el sistema universitario, va acompañado de un Shock menos metafórico y más real materializado en los antidisturbios y sus tanquetas de los que todos en la marcha tienen una anécdota desagradable por contar.
Subiendo la cuesta hemos entrado por fin en Soacha, un sector degradado y pauperizado al sur de Bogotá. Unas mil personas llegamos marchando en medio de la lluvia y los aplausos de la gente que sale a saludarnos en las ventanas, sonríen y nos regala comida. Dormiremos en el coliseo del barrio La Estancia en Ciudad Bolívar, en donde la comunidad tiene varias toneladas de comida para abastecer a los marchantes los días que sea necesario. Señoras y niños colaboran en la preparación de los alimentos y aseguran que nadie más va a luchar por sus derechos. Las Universidades Públicas de Bogotá llevan décadas formando a los hijos de estos de barrios y el movimiento estudiantil no pocas veces ha apoyado reivindicaciones, necesidades y luchas locales.
Mañana es 10 de Noviembre. Mientras se preparan movilizaciones y concentraciones, mientras llegan caminantes y buses desde todo el país, los poderosos se aprestan a legislar una ley que ha sido escrita con tinta y puño extranjero, con gases lacrimógenos y mentiras. El Congreso tendrá que decidir si legisla de espaldas a miles y miles de colombianos que han venido a pié desde todas partes para decir que ese no es su camino. Una vez más como siempre, los poderosos se amañarán de espaldas al pueblo, pero ahora no podrán decir que no hicimos nada: ¡Mañana Bogotá será nuestra! ¡Estamos aquí para que nadie hable por nosotros!
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Crónica desde la resistencia
El corazón de un pueblo
10 de noviembre de 2011
Hacia las 9 de la mañana hemos salido marchando desde el sur de Bogotá unos dos mil caminantes en una de las múltiples marchas programadas para hoy. Desde ayer al mediodía se escuchó la noticia de que el presidente Santos estaba dispuesto a retirar la reforma educativa del Congreso, lo que en lugar de desmovilizar a los estudiantes les dio más ánimo. Todos sonreían, porque sabían que iban a ganar.
Desde temprano en la mañana unos dos mil caminantes bloqueamos la autopista sur cerca a los barrios de Ciudad Bolívar que nos acogieron como si fuésemos sus hijos pródigos; los nombres de estos barrios nos dicen mucho de su gente y sus orígenes: Nuevo Chile, Domingo Laín, Salvador Allende, Camilo Torres. Era una de las muchas manifestaciones programadas, que luego se unió a otra marcha proveniente de la Universidad Distrital y se podía estimar en alrededor de diez mil manifestantes. También desde temprano comenzaron a circular rumores y noticias entre los caminantes: que el primo del Presidente, Francisco Santos, acusaba en la radio a las marchas de ser una retaliación de la subversión; que no dejarían entrar a nadie a la plaza de Bolívar y habría disturbios; que habían gaseado y dispersado unos marchantes que iban más adelante; que la alcaldesa Clarita López, esposa de un dirigente histórico del Partido Comunista y familiar de dos expresidentes de la república había prometido mano dura si había desmanes; que llegaron a la capital 1500 antidisturbios del ESMAD y 50 tanquetas para frenar la manifestación estudiantil. Nada nos asusta: nuestro elefante tiene hambre, y pide que le sirvan chuleta de cerdo al desayuno.
En tres oportunidades hay intentos de la policía de sabotear la manifestación. Lanzan granadas de aturdimiento y empujan a los marchantes. Estos responden arrojando pintura contra la policía y continúan la marcha. Todos se sienten imparables, arrolladores, vencedores. Haber llegado hasta acá después de dejar el sudor y las suelas de los zapatos por las carreteras del país, haber visto los aplausos y puños en alto de miles de transeúntes que nos arengan a lo largo de la capital, haber humillado a una Ministra terca e ignorante, es ya una victoria enorme.
La oligarquía asesina tiembla mientras los estudiantes se apropian de la capital.
A mediodía, en medio de un aguacero furioso las marchas comienzan a entrar a la Plaza. No parará de llover en toda la tarde, pero tampoco pararán de llegar movilizaciones y más movilizaciones, desde todos los puntos de la capital, delegaciones de todo el país. Una de ellas, desde la localidad de Suba, arriba a las cinco de la tarde luego que la policía repartiera garrotazos y detuviera a una docena de personas.
Este movimiento que se ha dado el lujo de llenar hasta reventar la Plaza de Bolívar, y no una sola ocasión, es por primera vez en muchos años un movimiento victorioso. La Plaza de Bolívar, el centro de esa ciudad sin corazón que es Bogotá se siente hoy el corazón del Universo. Todo parece posible y los estudiantes han logrado insertarse una vez más en el corazón del pueblo colombiano y de sus esperanzas, como en 1929, como en la dictadura de Rojas Pinilla, como en 1971. A medida que la plaza se abarrota bajo una lluvia que arrecia, la reforma se desmorona y el gobierno pierde todos sus argumentos.
El Tiempo habla de 30.000 manifestantes en Bogotá pero es falso. Es una cifra que debería multiplicarse por lo menos por tres. Los organizadores estiman que en todo el país han marchado medio millón de personas.
Hemos seguido el camino correcto, hemos sabido vencer: los estudiantes somos, como dijo Martí, el baluarte de la libertad y su ejército más firme. ¡Sonrían, porque vamos a ganar!
Crónica desde la resistencia
Después de la tormenta
Los caminantes han regresado ya a sus sitios de origen. Lentamente, Bogotá se normaliza en el caos y vuelve a ser la misma urbe fría y desmesurada, repleta de catacumbas en el asfalto e infartada por los embotellamientos, luego que los estudiantes la llenaran de colores por un día. Pareciera que nada hubiese cambiado entre este laberinto de indiferencia después de la insurrección universitaria. Pero si que han cambiado cosas, hemos cambiado nosotros.
Después de la tormenta, de las movilizaciones y las encendidas deliberaciones al interior de la Universidad Nacional quedan dos sentimientos encontrados. Por un lado se ha logrado algo enorme con la movilización sentando un valioso precedente; pero de otra parte no encontramos los consensos necesarios en medio de la frustración y el debate. Aún así los caminantes vuelven a su tierra radiantes y felices: se sienten vencedores.
La nuestra es una generación heredera de muchas derrotas, quizá por eso sea tan valiente e irreverente. Nacimos cuando caía el muro de Berlín y se proclamaba el Nuevo Orden Mundial. Crecimos con el desmonte de todos los derechos adquiridos durante décadas. Nuestra adolescencia llegó a la par con la decadencia de un sistema que no tiene nada para nosotros, ni siquiera el espejismo del futuro. Maduramos cuando se consolidaba en Colombia el dominio absoluto de la oligarquía y las motosierras. Por eso cuando un reducido grupo de jóvenes aguerridos decidió hace dos meses lanzar contra izquierda y derecha una huelga en la Universidad Tecnológica de Pereira poco le importaba si se aprestaba a recibir un nuevo fracaso porque quería recibirlo de pié. Ese trueno iluminó un panorama nacional donde todos se creían derrotados de antemano. Dicen que luchando puedes perder pero si no luchas ya estás perdido. Entonces una vez más, luchamos, porque es nuestro único camino.
En un pulso de más de dos meses los truenos de resistencia se convirtieron en un temporal imparable para el gobierno. Y es que los derrotados somos invencibles: se necesitaron ríos de gente, detenidos, un estudiante asesinado, noches de esfuerzo y sacrificios, miles de pequeños gestos a lo largo y ancho del país que unidos desembocaron en una de las protestas más significativas de los últimos años, para torpedear los planes de los poderosos.
En medio de la efervescencia hay quien dice que esto no ha sido una victoria, pero fascistas como Francisco Santos expresan su preocupación por el desenlace de la protesta estudiantil y aquello es el mejor síntoma posible, el mejor indicio de que les golpeamos duro. Hay quien dice que es una victoria definitiva, pero aquello sería mentirle al país porque apenas si hemos conseguido frenar una reforma. Para los muchachos que emprendieron una marcha a pié cuando todo era incierto, en un salto al vacío de gran resonancia, la victoria definitiva ha sido otra. La victoria es tomar consciencia de nuestra fuerza y nuestro poder.
Quería escribir esta última crónica para agradecer a todos los compañeros y compañeras que sacrificaron sus intereses personales lanzándose a esta aventura, pero eso sería mezquino. Ninguno de nosotros hizo esto esperando gratitudes o reconocimientos. Ni la estudiante de medicina que cuidó de todos como una madre, ni el fotógrafo que arruinó su rodilla a fuerza de arrastrarse por las carreteras dejando un testimonio gráfico del recorrido, ni los cientos de compañeros que enviaron dinero, víveres, saludos y esperanzas mientras otros caminábamos, todos anónimos.
Al momento de salir el bus de regreso los marchantes extenuados por las deliberaciones y el frío de la capital se meriendan con cientos de panes que la Alcaldía del PDA entregó a los universitarios. Siguiendo la lógica de Rafael Pombo, Clarita López aplica muy bien el “dame palo, dame palo, pero dame que comer”, porque los panes están deliciosos pero sus policías nos hicieron pasar muy malos ratos. Bogotá se sumerge otra vez en un aguacero mientras en todo el país las asambleas estudiantiles están discutiendo el levantamiento del paro y las condiciones exigidas de desmilitarización de las universidades, liberación de los compañeros detenidos y saneamiento de la crisis presupuestaria.
Un chico de la Universidad Distrital, donde hemos acampado y comido los últimos días, sube al bus y despide los marchantes de manera emotiva. “Esta es su casa, nunca se olviden que nosotros somos sus hermanos”. Aprendimos el valor de la solidaridad y además enseñamos: estamos mostrando nuestro camino, que ya no es un camino para resistir sino para ganar. No es tiempo para dejar de caminar.
http://www.youtube.com/watch?v=sd59zh9eOJY&feature=related