lunes, 23 de abril de 2012

1 de mayo, día internacional de la clase obrera.


Invitación de las actividades que se realizaran esta semana como preparación para el 1 de mayo, día
internacional de la clase obrera.

*Marcha del primero de mayo. Salida del sindicato de La Rosa Dosquebradas,
martes primero de mayo 8 AM.*

jueves, 1 de marzo de 2012

Un buen comienzo... pero no hay que quedarse ahí

El movimiento estudiantil colombiano ha despertado de un pesado letargo. Decenas de miles de jóvenes que hace apenas algunas semanas se mostraban indiferentes han salido a las calles en todo el país en lo que es un comienzo saludable, inspirador y motivante también para otros sectores del pueblo.
La lucha del movimiento estudiantil universitario contra el lesivo proyecto de reforma a la también lesiva Ley 30 ha sorprendido a muchos e incluso ha rebasado las expectativas de sus mismos lideres oficiales, quienes (desde la Reunión Nacional de Estudiantes del 2008 hasta hace apenas unos días) no veían ni remotas posibilidades (o “condiciones”) de un paro y centraban en el cabildeo con congresistas y, luego de que se radicara el proyecto de ley en el parlamento, considerarían el paro como mecanismo de presión subordinado al cabildeo.
Pero aún más, la magnitud que ha cobrado la presencia en la calle de los estudiantes, y otros sectores que los apoyan, ha desafiado la arrogancia de la ministra de educación y del presidente Santos quienes, como representantes actuales de las clases dominantes pensaban que podrían imponer su reforma sin resistencia, de su palabrería despectiva, altisonante y amenazante han pasado a aparentar que tienen “espíritu democrático” retirando el proyecto de ley. Pero no hay tal, realmente han sido la lucha y la decisión del movimiento estudiantil las que forzaron al gobierno a retroceder. Ésta es un victoria importante, pero limitada.
El despertar del movimiento estudiantil le ha mostrado a una nueva generación que las cosas realmente pueden cambiar, que no es necesario seguir soportando uno tras otro los embates de las clases dominantes contra el pueblo, y que tampoco es inmutable la apatía de inmensos sectores de estudiantes. No son pocos de los que hace algunas semanas eran simples estudiantes esperando terminar el semestre, los que hoy han dado sus primeros pasos en la vida política, y han entrado a preocuparse por problemas más amplios y a cuestionarse cómo es que se toman las decisiones políticas del país, pudiendo contrastar el circo electoral de dos semanas atrás, que no permite ni estimula adentrarse realmente en cuestiones políticas como si lo ha hecho la movilización masiva de sectores del pueblo como el actual movimiento estudiantil.
Santos y su gobierno de “unidad (unanimidad) nacional” se sentían hace apenas una semana con la suficiente confianza para imponer sin más una reforma a la educación superior, y no esperaban el grado de resistencia que encontraron en estudiantes y profesores. Hoy, para no quedar del todo mal, tratan de convertir su derrota en victoria, pretendiendo que es gracias a la “voluntad de diálogo” del gobierno que se ha retirado el
proyecto, pero realmente ha sido una derrota parcial (que no hay que magnificar) para la clase dominante, lo cual se está convirtiendo en inspiración para otros y le ha dado optimismo al movimiento estudiantil en su conjunto así como a otros sectores populares.
Importantes retos (e inquietudes) se ponen hoy ante los estudiantes cuando está en juego qué lecciones sacar y cuáles no sacar del presente movimiento. Cómo bien lo señalara a El Espectador (“La resurrección del movimiento estudiantil”) un dirigente de la MANE: “los jóvenes y los estudiantes de Colombia volvimos a tomar conciencia de que otro mundo no sólo es posible, sino necesario”, la cuestión es que también es necesario especificar cuál es ese otro mundo posible, que no sea simplemente el actual con algunos remiendos sino que, entre otras cosas, implique un cambio rotundo en la educación, en todos los sentidos, para que la educación no implique tomar el conocimiento (o los títulos académicos) como capital, como motor de ascenso social. Y en especial alrededor de prepararse para que el pueblo tome en sus manos ese otro mundo…
No se puede dejar de lado que el presidente Santos y sus congéneres han tenido que ceder por la lucha, pero eso no implica que la clase dominante no defienda en lo fundamental su “derecho” de reprimir las justas protestas del pueblo, como lo cacareó uno de esos congéneres, el ex vicepresidente Francisco Santos, quien dijo lo que todos ellos piensan pero no dicen: que “hace falta innovar, hay que utilizar armas de represión no letales como las que producen descargas eléctricas. El estudiante cae y se lo llevan arrestado”, algo que ya había propuesto unas semanas antes la alcaldesa de Bogotá, Clara López.
En la misma marcha del 10 de noviembre fueron detenidos 38 estudiantes, aunque en esta oportunidad las fuerzas represivas del estado no han reprimido tanto como en otras ocasiones no significa que haya dejado de ser una maquinaria de represión contra el pueblo que está hecha para controlar y aplastar al pueblo y especialmente a los movimientos radicales que surgen en su interior y que pueden entrar a confrontar incluso a todo el sistema, además que es realmente preocupante que algunos sectores dentro del movimiento estudiantil estén ayudando a la policía a contener desde dentro, la confrontación con la policía y que se estén promoviendo los abrazos y besos (el ya conocido como “abrazatón-tos”) con la fuerzas represivas del estado las cuales son las responsables del asesinato de miles de luchadores populares y de imponer y defender toda forma de opresión al pueblo. Por su naturaleza las fuerzas militares y de policía defienden los interés de las clases dominantes, son esas fuerzas las que en alianza con los grupos paramilitares han desplazado a millones de campesinos, asesinado estudiantes y despojado a los indígenas; son una maquinaria para proteger e imponer los intereses del imperialismo, los terratenientes y la gran burguesía.
Es muy importante que por medio de la lucha el movimiento estudiantil haya logrado echar abajo el proyecto gubernamental de reforma a la Ley 30 pero es necesario ir mucho más allá (en contra de la “realpolitik” que pretende que lo deseable es lo que es posible y lo que es posible es lo que hay) y entrar a cuestionar el conjunto de la educación, desde preescolar
hasta los posgrados. En el actual sistema —basado en la explotación y opresión de una parte (más del 90%) de la sociedad por otra (menos del 10%)—, tanto la educación privada como la educación pública en su conjunto reproducen la división de la sociedad en clases, defienden los intereses de las clases opresoras, refuerzan las divisiones básicas de la actual sociedad como la existente entre trabajo manual y trabajo intelectual.
Es importante resistir (oponer resistencia) a todas las medidas, infamias e injusticias que este sistema causa a las masas del pueblo, y por medio de la lucha y la organización confrontar al sistema y poner al pueblo en mejores condiciones para la lucha verdaderamente revolucionaria. Cada sector del pueblo tiene sus justas reivindicaciones por las que es justo luchar, arrebatando tales reivindicaciones al sistema, pero no reduciéndose a eso (con la socorrida “política identitaria”) y acomodándose al oprobioso sistema, sino también apoyando y participando en la lucha mucho más general por cambiar de raíz toda la sociedad, la lucha por hacer la revolución que apunte a erradicar todas las relaciones de opresión y explotación. Las miras de nuestras luchas necesitan elevarse mucho más allá de simplemente luchar contra una u otra reforma, por necesaria y justa que sea.
Si se busca realmente construir otro mundo (y es necesario que cada vez más gente sea consciente de esta necesidad), se requiere deshacernos de nocivas tendencias de moda en las recientes luchas en todo el mundo hacia crear movimientos “horizontales”, no “jerárquicos”, pretendiendo que esto sirve a transformaciones de veras radicales, pero que caen en simple reformismo en una situación en la que hay una fuerza organizada, estructurada, poderosa que hace todo lo que esté a su alcance para mantener las cosas como están. Un movimiento sin estructura y sin dirección acabará, como ya lo hemos visto muchas veces, más temprano que tarde subsumido por las mismas fuerzas que pretende enfrentar.
Si se busca realmente construir otro mundo, no podemos crear ilusiones en llegar a consensos con las clases dominantes. No podemos engañarnos ni engañar a otros con que lo que se logró con la movilización: se obligó, no se persuadió al gobierno a echar atrás el proyecto de reforma a la ley de educación.
Si se busca realmente construir otro mundo, debemos pensar en serio en entrarle a la lucha por una verdadera revolución, y unirnos a las fuerzas verdaderamente revolucionarias, es decir que tengan metas de veras revolucionarias: un mundo libre de explotación y opresión. Eso es posible, necesario y urgente.

Brigadas Antiimperialistas 13 de noviembre de 2011

viernes, 24 de febrero de 2012

Los estudiantes enseñan Un año de insurrección universitaria

Camilo de los Milagros

Rebelión

29-11-2011

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=140300

Los estudiantes colombianos tienen a sus espaldas una larga tradición de rebeldía que se enmaraña con las coyunturas claves del pasado nacional. Aunque puede situarse el nacimiento del Movimiento Estudiantil en las primeras décadas del siglo XX junto con los vientos de la llamada Reforma Universitaria que inspiraron a la juventud ilustrada de todo el continente desde Argentina hasta México, esto no significa el comienzo de la agitación política en los claustros colombianos: el reducido estudiantado participó en conspiraciones y revueltas durante la independencia, engrosó las filas de las revoluciones liberales en el siglo XIX y se aprestó a tomar las armas contra la amputación Norteamericana de Panamá apenas despertando el siglo pasado.


En el siglo XX hay tres espacios dramáticos de la historia colombiana en los que el Movimiento Estudiantil jugó un papel masivo protagónico: el ocaso de la hegemonía conservadora a finales de la década del 20, la caída de la dictadura del General Rojas Pinilla a mediados de los 50 y la insubordinación generalizada que convulsionó las Universidades desde finales de los 60, cuyo punto culminante fue el Paro Nacional Universitario de 1971. Este último es un momento emblemático en el nacimiento de varias corrientes ideológicas de la izquierda colombiana. De entonces hasta ahora las Universidades colombianas son consideradas tanto por el régimen como por sus opositores como activos focos de subversión y disidencia, un juicio que no es para nada exagerado.

Con la aprobación de la Constitución de 1991 pero sobre todo con sus leyes específicas se abrieron para el país las puertas del neoliberalismo, que no es otra cosa que el imperio absoluto del gran capital y los mercados financieros. Muchos sectores de la izquierda siguen considerando la constitución del 91 como un gran logro de la democracia en un país esencialmente antidemocrático, pero obvian un detalle importante: aquella fue la base legal para el desmonte de todos los derechos y beneficios económicos adquiridos por el pueblo colombiano durante un siglo. La ley 30 de 1992 que reglamentaba el funcionamiento de las Universidades Públicas hizo lo propio en el ámbito de la educación superior restringiendo la “autonomía universitaria” y condenando los claustros a una asfixia financiera insostenible. Desde entonces las Universidades están obligadas a ampliar su cobertura pero los recursos aportados por el Estado permanecen congelados. Esta medida de Shock económico no ha sido correctamente comprendida en todas sus dimensiones; implica además un componente político e ideológico: forzar el sistema universitario por vías de la asfixia financiera y la austeridad a reconvertirse en algo totalmente opuesto a su ideario original. Para la gran mayoría de estudiantes pobres la receta significa la deserción o las deudas con entidades financieras para asumir el altísimo costo de las matrículas. Con las recetas mágicas de autofinanciación, recortes, liberalización y financiación privada el Estado no sólo abandonaba a su suerte las instituciones sino que abría paso a una concepción distinta de Universidad -la educación de mercado- donde el debate, la efervescencia, la agitación y la contradicción al régimen desaparecen. Bajo esta óptica las doctrinas neoliberales de la Escuela de Chicago buscan además de sacrificar al lucro de las corporaciones todos los ámbitos de la sociedad, erradicar la oposición política y la organización popular. Este último objetivo es tan importante como el primero. El Shock económico avanza junto al Shock político y militar. Con una sinceridad tenebrosa Francisco Santos, escudero rabioso del gobierno Uribe y primo hermano del actual presidente Santos, exigía públicamente electrochoques para los miles de estudiantes que marchaban pacíficamente por todo el país exigiendo educación gratuita: tal es “la doctrina del Shock” que describe magistralmente Naomi Klein, la metáfora no podría ser más transparente.


Perder las Universidades equivale a perder uno de los últimos rezagos de la resistencia. La izquierda es consciente de ello y el Estado también. No se trata pues, como critican ingenuamente algunos radicales de cafetería, de una simple pelea por mayor o menor presupuesto para la educación superior. Se trata de una ofensiva estratégica que los poderosos emprendieron, entre otras razones, para eliminar uno de los sectores más activos y críticos de la oposición en el último medio siglo, el Movimiento Estudiantil.

Aunque la receta comenzó a operar a mediados de los 90 sus consecuencias sólo empezaron a surtir efectos contundentes en la primera década del nuevo milenio. Los dos periodos presidenciales de Uribe Vélez estuvieron matizados de cientos de conflictos, huelgas y protestas estudiantiles por todo el país. Indígenas y estudiantes fueron los únicos contradictores permanentes en las calles al régimen de Uribe. En el gobierno de la “mano dura” estos movimientos desembocaron en coyunturas muy violentas, numerosos enfrentamientos directos con saldos de asesinados, encarcelados, desaparecidos o exiliados.

El último año ha sido la resultante natural de las tensiones y contradicciones represadas durante dos décadas. Literalmente, el sistema de Universidades Públicas colombianas no aguanta más: en términos financieros está al borde del precipicio. Políticamente los poderosos están cosechando la tormenta que plantaron y abonaron año tras año. Es una ilusión creer que la insurrección de los estudiantes colombianos obedece únicamente a motivos económicos y presupuestarios; un sector grueso del movimiento proviene de Universidades Privadas que no sufren acosos financieros, pero que son sensibles a la situación política y social de un país donde las élites tienen una dictadura de facto legitimada por una institucionalidad de bolsillo y sostenida con uno de los aparatos de guerra más grandes y sanguinarios del continente.

Al influjo del Movimiento Estudiantil Chileno, de las protestas en Europa y los países Árabes, los grupos y activistas en las Universidades comenzaron a preparar la pelea. La labor de coordinación, que había sido la gran carencia durante los años anteriores, logró unificar un sector social que es disperso por naturaleza.

El 7 de abril los universitarios respondieron a los anuncios del gobierno de profundizar la reforma neoliberal a la ley 30 con marchas inéditas. En Bogotá llenaron la Plaza de Bolívar y en la Costa Caribe, donde los movimientos sociales se daban por desaparecidos desde los años duros del paramilitarismo, los estudiantes salieron a la calle en masa. Las tradicionales Universidades públicas del centro y suroccidente superaron sus registros anteriores de movilización, lo que ya era un buen indicio de la acumulación de fuerzas para la pelea decisiva. La agitación en los claustros era constante: el 7 de septiembre las protestas coordinadas conmovieron al país y fueron particularmente masivas en las Universidades de provincia.

Cuando la Ministra de Educación María Fernanda Campo (una burócrata ignorante y más terca que un burro, que pasó de administrar una asociación de mercaderes capitalinos a sentarse en un ministerio) embriagada en un desprecio biológico hacia los estudiantes anunció a mediados de octubre que no habían leído la reforma o que no la entendían estaba franqueando el terreno de la discusión al de los insultos, pues podrá acusarse de cualquier cosa a los Universitarios pero no de incapacidad teórica. Estas declaraciones cayeron como gasolina encima del incendio y el 12 de Octubre las movilizaciones estudiantiles volvieron a llenar la Plaza de Bolívar y a inundar el país de indignación. Cada semana ocurrían marchas, tomas pacíficas, concentraciones o eventos públicos en tanto el Ejecutivo se ensoberbecía con una intransigencia prepotente y despótica. Las Universidades públicas entraron en huelga: comenzaba el paro universitario. Algunas como la Tecnológica de Pereira o la Universidad de Antioquia ajustaban ya un mes paralizadas


Plaza Bolívar de Bogotá

A principios de noviembre, el Presidente en continuas alocuciones hacía gala de su intolerancia y llegó a insinuar que para tumbar la reforma los estudiantes tendrían que pasar sobre su cabeza. Fue una declaración de guerra que rebosó la paciencia de un sector tremendamente combativo de la sociedad colombiana; la radicalización llegó al extremo, las huelgas y bloqueos de Universidades se agudizaron y los choques violentos dejaron varias instituciones militarizadas. En el pulso definitivo medio millón de estudiantes se echaron a la calle en todo el país y los universitarios llenaron por cuarta vez la Plaza de Bolívar en Bogotá el 10 de Noviembre, el mismo día que comenzaba la discusión de la ley en el Congreso. De toda la nación llegaron jóvenes, algunos caminando cientos de kilómetros desde sus ciudades y más de 100.000 personas colapsaron la capital con 28 marchas simultáneas. El artífice de los falsos positivos tuvo que tragarse su reforma y su soberbia mientras el Movimiento Estudiantil daba una lección inmensa de dignidad.


Reunión de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE)

¿Cómo debemos valorar esta explosión de indignación y rebeldía? ¿Cómo el desgaste de una sociedad donde el proyecto de la izquierda nunca ha logrado materializarse y el de la derecha es una catástrofe para las mayorías? ¿Cómo el coletazo de una tendencia mundial de descontento que indica la agonía de un sistema agotado? ¿Cómo la válvula de escape a todas las atrocidades que el gobierno anterior cometió contra la gente y particularmente contra el Movimiento Estudiantil? ¿Cómo la respuesta de una generación sin futuro, llena de rabia ante tantas frustraciones y humillaciones?

Todos estos elementos entran a jugar en la explicación, aunque quizá sólo comprenderemos el fenómeno cuando esté agotado en sus alcances: igual que en 1971 este movimiento le entregará al país una generación de rebeldes que tendrán que encontrar una salida distinta para las encrucijadas que se plantean. Hay todavía mucho trecho por delante. Los grandes derrotados son los Partidos tradicionales y los traficantes de la política que se hallan desprestigiados mientras el pueblo dicta su voluntad en las plazas y avenidas. Cada día más desacreditada, la democracia de las bayonetas, los tamales y los chiqueros parlamentarios se revela inoperante y lejana, muy lejana, de las necesidades y prioridades de la mayoría de la población.


Estudiantes de la Universidad Nacional en las protestas.

Hoy la clase la dieron los muchachos y las aulas fueron las calles: toda una cátedra de desobediencia a la tiranía. Los estudiantes enseñan e instruyen, muestran el camino. Obligaron a la oligarquía a tomar una lección de respeto hacia la furia del pueblo, que aunque esté adormecido puede volver a reventar en cualquier momento semejante al 9 de abril de 1948.

15 días después que la reforma se desmoronara los estudiantes volvieron a la calle el 24 de noviembre en solidaridad con sus compañeros chilenos y latinoamericanos haciendo una demostración de fuerza que nadie esperaba al son de las clases ya retomadas. El 2011 será un nuevo paradigma de la historia colombiana, en esta ocasión escrita debajo del caminar de una generación de osados con paso de elefante: por primera vez en muchos años acá el pueblo manda y el gobierno obedece.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Crónica desde la resistencia


Crónica desde la resistencia

La Marcha Universitaria

8 de noviembre de 2011

El ejecutivo colombiano ha tomado una postura tan intransigente y mafiosa como la de sus generales, sus gorilas con uniforme y sus matones: el presidente Juan Manuel Santos asegura que para tumbar la dichosa ley 30 que arruinó las universidades públicas tendremos que pasar sobre su cabeza.

La estrategia del ejecutivo ni siquiera ha sido dilatoria. No ha habido diálogos, no ha habido propuestas alternas, sólo oídos sordos al clamor generalizado de estudiantes, trabajadores y profesores. Ante esta postura que buscaba generar frustración en el movimiento estudiantil la respuesta ha sido inesperada: tanto estudiantes como profesores se han radicalizado, llevando a que la situación se salga de control en varios claustros que al momento se encuentran cerrados: Universidad de Pamplona, Universidad Tecnológica de Pereira, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.

El Estado intenta por todos los medios, incluyendo la violencia y los montajes mediáticos, que los estudiantes vuelvan a la normalidad y retomen las clases. El movimiento se lanza ahora a una arriesgada apuesta, partir a la toma de la capital para presionar a la opinión pública nacional e internacional, si es necesario, acampando en las plazas hasta ser escuchados. Esta no parece ser la generación que enterrará la Universidad Pública, entre otras cosas, porque es la última que puede revertir un proceso que empezó con el Plan Atcon en los 60 y luego con las innumerables imposiciones del Banco Mundial y el FMI.

Con la Universidad cerrada, sin clases y sin vías de debate, un grupo de muchachos que ya no tiene nada que perder emprendió una marcha a pié desde Pereira hasta Bogotá, para sumarse a compañeros de otras partes del país que buscan llegar a Bogotá a una movilización nacional. Queremos que esta pequeña bola de nieve se convierta en una avalancha imparable.

Trataremos, en la medida de lo posible, de escribir breves reportes en directo sobre la movilización para mantener a todos bien informados. Necesitamos difundir esta información, regarla por el internet y por los medios alternativos para evitar el cerco mediático al ha sido sometido el movimiento.

El grueso de los compañeros han salido desde hace varios días, pero hoy es nuestro primer día de viaje: vamos caminando hasta Bogotá para gritarle al mundo que no nos rendimos, pasar por encima de Santos, y si es posible, de su cabeza.

¡Viva el paro nacional universitario!

Ver: http://www.youtube.com/watch?v=mPEfl9VcSrA&feature=player_embedded

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Crónica desde la resistencia

Un elefante que camina


9 de noviembre de 2011

Tras casi 40 kilómetros de caminata y más de cien en buses y trasbordos, dejamos atrás las montañas cafeteras para finalmente alcanzar a los estudiantes marchantes en el pueblo de El Espinal, un sitio donde las temperaturas llegan cotidianamente a los cuarenta grados. A mediodía hasta las piedras aúllan de calor. La marcha que empezó con apenas tres decenas de muchachos ahora ronda las 300 personas; dos delegaciones pequeñas de la Universidad de Caldas y la Universidad Nacional se unieron desde la ciudad de Manizales. En la ciudad de Armenia hubo un recibimiento efusivo dentro de la Universidad pero su delegación es la más pequeña: sólo un marchante.

Los caminantes remontaron a pié el alto de la línea, que alcanza casi los tres mil metros, para descender a Ibagué donde han estado todo el Domingo y parte del Lunes. En esta ciudad se ha sumado la delegación más grande que ronda un centenar de estudiantes de la Universidad del Tolima. Fue en este claustro donde el paro universitario se inauguró con una jornada de disturbios muy fuertes saldados con tres decenas de detenidos e incontables heridos; además de la delegación de caminantes a Bogotá, la Universidad del Tolima sumará 8 buses el 10 de Noviembre directamente a la capital. Otro grupo de caminantes se acerca a Bogotá por otra vía con jóvenes de las Universidades de Antioquia y Nacional de Medellín, que partieron días antes que el grupo de Pereira.

Desde El Espinal hemos llegado a Girardot, ciudad ribereña del río Magdalena donde hay una sede de la Universidad de Cundinamarca. Los estudiantes hablan de un resurgir actual del movimiento estudiantil luego de que prácticamente desapareciera desde los primeros años del gobierno Uribe, cuando las persecuciones de los paramilitares y el asesinato de uno de sus líderes desarticuló todos los procesos organizativos. Medio centenar de estudiantes de la carrera de enfermería han estado al tanto del recibimiento y alojamiento de los caminantes. También se ha sumado una delegación de esta Universidad y se espera otra más numerosa que se sumará el 9 de Noviembre en Fusagasugá, un paraje a 50 kilómetros de Bogotá donde arriba la marcha al momento de escribir estas líneas.

La movilización camina, lentamente pero camina. Vibra, palpita con la energía de la juventud que no parece preocuparse mucho de los semestres académicos que se dan por perdidos ni de la Ministra ciega y sorda ante la realidad, insistiendo en echar más fuego al inconformismo estudiantil. Todos tienen la firme convicción que el jueves 10 de Noviembre los estudiantes llenaremos la Plaza de Bolívar en la capital.

Por ahora nos espera una noche en Fusagasugá y un largo ascenso hasta la capital; la marcha se compone de delegaciones de las Universidades de Caldas, Nacional de Manizales, Tecnológica de Pereira, Tolima, Quindío, y Cundinamarca. Además van cuatro perros callejeros que siempre acompañan las protestas en Ibagué; un elefante con las siglas UT (U. del Tolima) que representa la voluntad inquebrantable del movimiento de arrollar y pasar por encima de la reforma; un niño y un anciano que decidieron sumarse y hasta dos chicas del País Vasco que están de intercambio en Girardot y que portan una pancarta en solidaridad con los presos Políticos Vascos.

La mayoría de los tramos se recorren a pié aunque la Policía de Carreteras ha ayudado bastante a los marchantes llevándolos largos trechos en camiones, en parte debido a que la protesta ha sido pacífica e impecable, en parte porque no les conviene que la vía más importante del país que une la capital con el puerto de Buenaventura esté bloqueada por ese caminar intempestivo de pancartas, colores y sonrisas, como las que estallaron cuando una de las organizadoras dijo a los policías que iban 300 marchantes, cuatro perros y un elefante. El policía, con una inocencia inusual en un hombre de armas preguntó: "Y el elefante, señorita... ¿Es de verdad?"

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Crónica desde la resistencia

Subiendo la cuesta

9 de noviembre de 2011

Fusagasugá es un pueblo en la cordillera oriental colombiana entre el valle del río Magdalena y la ciudad de Bogotá; coronada en su parte alta por el páramo del Sumapaz. Esta región ha sido epicentro de varios conflictos sociales de suma importancia en la historia colombiana. La zona fue azotada por luchas agrarias y ligas campesinas en los años 30 y luego sería fortín del gaitanismo y del Partido Comunista a mediados del siglo XX. Alfredo Molano asegura que por estas montañas se encumbra el origen del conflicto armado en Colombia, cuando las autodefensas campesinas del Sumapaz antes lideradas por Juan de la Cruz Varela derivaron en lo que hoy son las FARC.

Aquí nos han recibido los estudiantes de la Universidad de Cundinamarca, quienes luego se han sumado a la movilización. Desde Fusagasugá a Bogotá hay un trecho de medio centenar de kilómetros remontando cuestas y pequeñas poblaciones que viven del tránsito continuo de camiones y tractomulas, porque esta es la vía más importante de la nación, que comunica la ciudad más grande e industrializada con el principal puerto del país: Buenaventura. Nunca nos habíamos imaginado tal apoyo y simpatía de la gente, que pasa gritando arengas desde los buses, autos particulares, camionetas. Pero quienes expresan mejor sus simpatías son los camioneros que llevan por trechos a los manifestantes, lanzan billetes y monedas, pitan; parece ser que el gremio de camioneros se sumará mañana 10 de Noviembre a la movilización estudiantil con bloqueos y paros. Junto a las marchas anunciadas de profesores, colegios, algunos sindicatos, el SENA y las Universidades de la capital, el país entero está a la expectativa de ver caer la reforma universitaria mientras la gente llene la Plaza de Bolívar. El elefante, un poco maltrecho, sigue caminando.

Conversando con estudiantes de diferentes claustros constatamos que la privatización y la receta neoliberal no son una amenaza en ciernes sino una promesa cumplida hace mucho. Las similitudes se repiten mecánicamente de una Universidad a otra: carreras autofinanciadas que cuestan hasta 10 o 20 veces lo que puede costar una carrera subsidiada por el Estado; rectores y administraciones corrompidas que se perpetuán año tras año en el poder de las Universidades a costa de obedecer servilmente las imposiciones del gobierno; representantes estudiantiles plegados a los intereses de la administración para “legitimar” como “democráticas” las imposiciones; la expansión desorbitada e irresponsable del sistema educativo sin recursos nuevos en una estrategia de asfixia financiera que obliga a la comunidad universitaria a aceptar nuevas imposiciones, nuevos chantajes y nuevos recortes con promesas difusas de mayor presupuesto. Para regocijo de Naomi Klein y su “Doctrina del Shock”, toda esta aplanadora de recortes y reformas, todo este Shock neoliberal al que se ha sometido el sistema universitario, va acompañado de un Shock menos metafórico y más real materializado en los antidisturbios y sus tanquetas de los que todos en la marcha tienen una anécdota desagradable por contar.

Subiendo la cuesta hemos entrado por fin en Soacha, un sector degradado y pauperizado al sur de Bogotá. Unas mil personas llegamos marchando en medio de la lluvia y los aplausos de la gente que sale a saludarnos en las ventanas, sonríen y nos regala comida. Dormiremos en el coliseo del barrio La Estancia en Ciudad Bolívar, en donde la comunidad tiene varias toneladas de comida para abastecer a los marchantes los días que sea necesario. Señoras y niños colaboran en la preparación de los alimentos y aseguran que nadie más va a luchar por sus derechos. Las Universidades Públicas de Bogotá llevan décadas formando a los hijos de estos de barrios y el movimiento estudiantil no pocas veces ha apoyado reivindicaciones, necesidades y luchas locales.

Mañana es 10 de Noviembre. Mientras se preparan movilizaciones y concentraciones, mientras llegan caminantes y buses desde todo el país, los poderosos se aprestan a legislar una ley que ha sido escrita con tinta y puño extranjero, con gases lacrimógenos y mentiras. El Congreso tendrá que decidir si legisla de espaldas a miles y miles de colombianos que han venido a pié desde todas partes para decir que ese no es su camino. Una vez más como siempre, los poderosos se amañarán de espaldas al pueblo, pero ahora no podrán decir que no hicimos nada: ¡Mañana Bogotá será nuestra! ¡Estamos aquí para que nadie hable por nosotros!

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Crónica desde la resistencia

El corazón de un pueblo

10 de noviembre de 2011

Hacia las 9 de la mañana hemos salido marchando desde el sur de Bogotá unos dos mil caminantes en una de las múltiples marchas programadas para hoy. Desde ayer al mediodía se escuchó la noticia de que el presidente Santos estaba dispuesto a retirar la reforma educativa del Congreso, lo que en lugar de desmovilizar a los estudiantes les dio más ánimo. Todos sonreían, porque sabían que iban a ganar.

Desde temprano en la mañana unos dos mil caminantes bloqueamos la autopista sur cerca a los barrios de Ciudad Bolívar que nos acogieron como si fuésemos sus hijos pródigos; los nombres de estos barrios nos dicen mucho de su gente y sus orígenes: Nuevo Chile, Domingo Laín, Salvador Allende, Camilo Torres. Era una de las muchas manifestaciones programadas, que luego se unió a otra marcha proveniente de la Universidad Distrital y se podía estimar en alrededor de diez mil manifestantes. También desde temprano comenzaron a circular rumores y noticias entre los caminantes: que el primo del Presidente, Francisco Santos, acusaba en la radio a las marchas de ser una retaliación de la subversión; que no dejarían entrar a nadie a la plaza de Bolívar y habría disturbios; que habían gaseado y dispersado unos marchantes que iban más adelante; que la alcaldesa Clarita López, esposa de un dirigente histórico del Partido Comunista y familiar de dos expresidentes de la república había prometido mano dura si había desmanes; que llegaron a la capital 1500 antidisturbios del ESMAD y 50 tanquetas para frenar la manifestación estudiantil. Nada nos asusta: nuestro elefante tiene hambre, y pide que le sirvan chuleta de cerdo al desayuno.

En tres oportunidades hay intentos de la policía de sabotear la manifestación. Lanzan granadas de aturdimiento y empujan a los marchantes. Estos responden arrojando pintura contra la policía y continúan la marcha. Todos se sienten imparables, arrolladores, vencedores. Haber llegado hasta acá después de dejar el sudor y las suelas de los zapatos por las carreteras del país, haber visto los aplausos y puños en alto de miles de transeúntes que nos arengan a lo largo de la capital, haber humillado a una Ministra terca e ignorante, es ya una victoria enorme.

La oligarquía asesina tiembla mientras los estudiantes se apropian de la capital.

A mediodía, en medio de un aguacero furioso las marchas comienzan a entrar a la Plaza. No parará de llover en toda la tarde, pero tampoco pararán de llegar movilizaciones y más movilizaciones, desde todos los puntos de la capital, delegaciones de todo el país. Una de ellas, desde la localidad de Suba, arriba a las cinco de la tarde luego que la policía repartiera garrotazos y detuviera a una docena de personas.

Este movimiento que se ha dado el lujo de llenar hasta reventar la Plaza de Bolívar, y no una sola ocasión, es por primera vez en muchos años un movimiento victorioso. La Plaza de Bolívar, el centro de esa ciudad sin corazón que es Bogotá se siente hoy el corazón del Universo. Todo parece posible y los estudiantes han logrado insertarse una vez más en el corazón del pueblo colombiano y de sus esperanzas, como en 1929, como en la dictadura de Rojas Pinilla, como en 1971. A medida que la plaza se abarrota bajo una lluvia que arrecia, la reforma se desmorona y el gobierno pierde todos sus argumentos.

El Tiempo habla de 30.000 manifestantes en Bogotá pero es falso. Es una cifra que debería multiplicarse por lo menos por tres. Los organizadores estiman que en todo el país han marchado medio millón de personas.

Hemos seguido el camino correcto, hemos sabido vencer: los estudiantes somos, como dijo Martí, el baluarte de la libertad y su ejército más firme. ¡Sonrían, porque vamos a ganar!

Crónica desde la resistencia

Después de la tormenta

Los caminantes han regresado ya a sus sitios de origen. Lentamente, Bogotá se normaliza en el caos y vuelve a ser la misma urbe fría y desmesurada, repleta de catacumbas en el asfalto e infartada por los embotellamientos, luego que los estudiantes la llenaran de colores por un día. Pareciera que nada hubiese cambiado entre este laberinto de indiferencia después de la insurrección universitaria. Pero si que han cambiado cosas, hemos cambiado nosotros.

Después de la tormenta, de las movilizaciones y las encendidas deliberaciones al interior de la Universidad Nacional quedan dos sentimientos encontrados. Por un lado se ha logrado algo enorme con la movilización sentando un valioso precedente; pero de otra parte no encontramos los consensos necesarios en medio de la frustración y el debate. Aún así los caminantes vuelven a su tierra radiantes y felices: se sienten vencedores.

La nuestra es una generación heredera de muchas derrotas, quizá por eso sea tan valiente e irreverente. Nacimos cuando caía el muro de Berlín y se proclamaba el Nuevo Orden Mundial. Crecimos con el desmonte de todos los derechos adquiridos durante décadas. Nuestra adolescencia llegó a la par con la decadencia de un sistema que no tiene nada para nosotros, ni siquiera el espejismo del futuro. Maduramos cuando se consolidaba en Colombia el dominio absoluto de la oligarquía y las motosierras. Por eso cuando un reducido grupo de jóvenes aguerridos decidió hace dos meses lanzar contra izquierda y derecha una huelga en la Universidad Tecnológica de Pereira poco le importaba si se aprestaba a recibir un nuevo fracaso porque quería recibirlo de pié. Ese trueno iluminó un panorama nacional donde todos se creían derrotados de antemano. Dicen que luchando puedes perder pero si no luchas ya estás perdido. Entonces una vez más, luchamos, porque es nuestro único camino.

En un pulso de más de dos meses los truenos de resistencia se convirtieron en un temporal imparable para el gobierno. Y es que los derrotados somos invencibles: se necesitaron ríos de gente, detenidos, un estudiante asesinado, noches de esfuerzo y sacrificios, miles de pequeños gestos a lo largo y ancho del país que unidos desembocaron en una de las protestas más significativas de los últimos años, para torpedear los planes de los poderosos.

En medio de la efervescencia hay quien dice que esto no ha sido una victoria, pero fascistas como Francisco Santos expresan su preocupación por el desenlace de la protesta estudiantil y aquello es el mejor síntoma posible, el mejor indicio de que les golpeamos duro. Hay quien dice que es una victoria definitiva, pero aquello sería mentirle al país porque apenas si hemos conseguido frenar una reforma. Para los muchachos que emprendieron una marcha a pié cuando todo era incierto, en un salto al vacío de gran resonancia, la victoria definitiva ha sido otra. La victoria es tomar consciencia de nuestra fuerza y nuestro poder.

Quería escribir esta última crónica para agradecer a todos los compañeros y compañeras que sacrificaron sus intereses personales lanzándose a esta aventura, pero eso sería mezquino. Ninguno de nosotros hizo esto esperando gratitudes o reconocimientos. Ni la estudiante de medicina que cuidó de todos como una madre, ni el fotógrafo que arruinó su rodilla a fuerza de arrastrarse por las carreteras dejando un testimonio gráfico del recorrido, ni los cientos de compañeros que enviaron dinero, víveres, saludos y esperanzas mientras otros caminábamos, todos anónimos.

Al momento de salir el bus de regreso los marchantes extenuados por las deliberaciones y el frío de la capital se meriendan con cientos de panes que la Alcaldía del PDA entregó a los universitarios. Siguiendo la lógica de Rafael Pombo, Clarita López aplica muy bien el “dame palo, dame palo, pero dame que comer”, porque los panes están deliciosos pero sus policías nos hicieron pasar muy malos ratos. Bogotá se sumerge otra vez en un aguacero mientras en todo el país las asambleas estudiantiles están discutiendo el levantamiento del paro y las condiciones exigidas de desmilitarización de las universidades, liberación de los compañeros detenidos y saneamiento de la crisis presupuestaria.

Un chico de la Universidad Distrital, donde hemos acampado y comido los últimos días, sube al bus y despide los marchantes de manera emotiva. “Esta es su casa, nunca se olviden que nosotros somos sus hermanos”. Aprendimos el valor de la solidaridad y además enseñamos: estamos mostrando nuestro camino, que ya no es un camino para resistir sino para ganar. No es tiempo para dejar de caminar.

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