En los últimos días la prensa y la opinión pública han revelado el problema de las universidades públicas y la educación superior: lo mismo que los movimientos estudiantiles habían anunciado desde mediados de los noventa pero que nadie creía; la burguesía reconoce abiertamente en los noticieros y en debates del congreso que la crisis es insostenible, pero no dice como la piensa solucionar; de hecho, el congreso no aprobó siquiera 20 % del presupuesto necesario para salvar las universidades, y el presupuesto aprobado está condicionado a trabas burocráticas y entidades estatales que no van a solucionar nada. Al igual que con la famosa ley 100 que en diez años acabó con la salud en Colombia, la reforma universitaria está acabando con la educación pública. El autor de la ley 100 es presidente de la república hoy. Nadie niega que por culpa de la ley 100 se muere la gente en la puerta de los hospitales. Nadie niega tampoco que la universidad está en crisis.
Pero el problema de fondo, del que no hablan los medios, es que todo ello hace parte de una doble política encaminada a “hacer rentable” sectores como la educación y la salud, que antes eran derechos y ahora son negocios. Eso por un lado, y por otro, con la privatización de esos sectores se elimina de plano la resistencia histórica que han jugado dentro del movimiento social colombiano; por ello es que los medios de comunicación se han limitado a anunciar una falta de presupuesto pero han dicho muy poco o nada de la política estatal contra el movimiento universitario en la última década: asesinatos de líderes y representantes estudiantiles, desmonte de sindicatos de trabajadores y profesores, militarización de universidades, complicidad con expendedores de drogas, amenazas semestre tras semestre a los estudiantes, represión violenta de protestas, asambleas y movilizaciones, políticas de paredes limpias y restricción de espacios democráticos, una política sistemática que se asemeja a la vivida por líderes indígenas, comunitarios, campesinos, organizaciones sindicales, etc. Encaminada a hacer de Colombia un paraíso para el gran capital extranjero y un infierno para los pobres y trabajadores.
El movimiento se ha levantado una vez más. Junto con los pueblos indígenas, es el único sector del pueblo que ha estado en agitación permanente durante el gobierno Uribe, que no se ha vendido ni ha conciliado con el régimen. Y es un sector social que siempre ha estado en las primeras filas de la lucha a lo largo de la historia: en los años 20 denunciando la masacre de las bananeras, en los 50 contra la dictadura de Rojas Pinilla, en los 60 y 70 al lado de las luchas obreras y campesinas y durante los noventa en la lucha contra la privatización.
Esta vez los estudiantes tienen que comprender, como lo entendían en otras épocas, que su futuro no está separado del futuro de la nación y en últimas del futuro del pueblo, con o sin universidad pública, los estudiantes deben seguir luchando, por defender lo poco que les queda y sobre todo, por conquistar todo lo que tienen por delante. Cada vez más, como dijeran Marx y Engels, es muy poco lo que podemos perder.
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